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Carta para Afrodita en Brasil

MEDELLÍN: Ya no era temprano cuando entré en el bar. Pedí un whisky y me puse a fumar cigarrillos. En ese momento el mundo que estaba al otro lado de la reja azul me importaba mínimamente. Lo mío se reducía al humo y al sabor del whisky en los labios, como inundaba la boca y hacía arder mis encías. Pero una hilera de maravillosas piernas pasaron por la entrada como una luz de alegría para mis ojos. Las quise a todas, a cada una, fue como una ciudad sonriendo para mí, pero lentamente, a cada paso entendí que aquellas piernas estaban en mí para irse, y así me interesaban.

Me vi solo en el bar, y sí, había gente en las mesas y conversaban, e incluso reían; la divertida chica que atendía era amable conmigo, pero me sentía solo, muy solo, y hasta entonces no entendía lo solo que estaba, como una gota de tinta en el centro de una inmensa hoja blanca. Fue la mano que solía tocar la que no encontré. Recordé como un resorte, que había una respetable anaconda, la gran singladura del mundo entre aquella mano y yo. Con mi vieja libreta intenté tocar aquella mano.

Me dio por empezar por el principio, aunque no estaba seguro de ¿cuál era? Así que bueno, decidí comenzar por todos los inicios que llegaron a mi cabeza, y todo lo que pasaba por el bar, era un arranque de necesidad, el sol del lado mañanero de los edificios, la tos de un bus, todo, completamente todo. Así se me hizo un revoltijo en la cabeza, y opté por comenzar por mí, la búsqueda por aquella mano.

He estado, digamos… bien, pero… bueno, tal vez por allí no debería comenzar, no importa, no te importa, lo sé. No le debo prestar atención, lo he dicho por decirlo. Algo me está pasando, últimamente hablo por hablar, me siento como un estúpido, pero creo que en eso ya estábamos de acuerdo. Lo de antes, impulsivo, ¿recuerdas? Aquí todo el mundo sigue sentándose igual, no entiendo como no se les caen los pies de aburrimiento, también se ríen de la misma manera y de las mismas cosas, bueno, eso es una tontería, me doy cuenta porque sigo sentado en el mismo lugar de siempre, mirando la misma pared gastada y el mismo reloj que en vez de correr, trota. Aquí ya no hay conejitos que salen por la boca, te los llevaste todos.

Me está dando por cerrar los ojos todo el tiempo, voy en el bus y las personas no me lucen más que como esferas sin luz flotando, no lo soporto y entonces prefiero la oscuridad detrás de mis párpados, por lo menos allí los colores tienen más sentido. ¿Quién sabe sí donde estás sea igual? He escuchado que Sao Paulo es una ciudad diferente, ¿diferente a qué? No sé, nunca dicen, espero que diferente a ésta. ¿El clima?, ¡vaya idiota hablando del clima! Pero sí, el clima, oscuro, ¡qué temporada! La verdad no tengo nada contra la lluvia, pero la ropa mojada no siempre es agradable, aunque a ti nunca te importó. Apenas comenzaban a chispear las primeras gotas, salías y te mojabas el cabello, y siempre la sonrisa, la sonrisa, esa disimulada que acompañabas con una leve exhalación y otra vez los párpados abiertos, claro, porque te gustaban cerrados. Lucías como una niña estrenando una muñeca, regresabas tan contenta que envidiabas, era casi ridículo, me alegrabas más que cualquier grito del monstruo eyaculador. Espero que no esté lloviendo en Sao Paulo, no quiero perderme de nada.

Ayer le gané al Oso Perezoso a las vencidas, por lo menos la primera ronda, las otras dos me dobló los brazos de tal forma que no pude seguir jugando. Nos emborrachamos, fue divertido y comenzó a llover. Nos hicimos bajo el ala de un techo. Llegaron más personas, las de siempre y bebimos, sí, bastante. El licor me venció, ganó la cuarta ronda, creo que fue culpa de humos verdes. Nata se enojó conmigo, pero me parece que aquellos colores en el humo no eran el problema para ella, casi adivino al pensar que tiene que ver con la degradación del respiradero, tal vez ella tenga razón; es mejor que ni te enteres, ya te puedo ver cerrando mucho los labios, haciendo que te mire y diciendo cosas como: “las palabras sin actos, no son sino eso, palabras vacías” y el sarcasmo, esa manera tuya de poner las frases afiladas. Por mi lado hago lo que tanto sé hacer, no escuchar. El ron ayuda, dos más, tres mucho mejor, con el cuarto no importa. Y en todo caso nos divertimos, incluso intenté seducir una tipa, pero me  hizo el quite. Ya te dije, el ron ayuda.

Quién sabe si te guste esta ciudad al regreso, porque recuerdas que esa fue la única promesa que me hiciste, regresar, y la verdad la única que me importa que cumplas; pero bueno, esta ciudad está loca, ¿qué más da si estoy enamorado de ella? Y así son los amores fatales, las mujeres fatales, y esta ciudad sí que es una mujer fatal, de Dama no tiene nada, es de ese alterado grupo al que le gusta que le alcen la falda y se la dejen arriba, y bueno, sus piernas son magníficas, casi tan maravillosas como las de la mujer que acaba de entrar al bar, aquellas fabulosas extremidades empiezan en los hombros, ¿control? Sí, es el momento. Está loca, la ciudad, de eso te hablaba. Hace una semana vi uno de esos escuadrones públicos atacando a un pobre hombre de calle, a mis sorprendidos ojos alguien ayudó, pero el escuadrón lo agarró con varillas a él también. No hice nada, ¿qué esperabas?

La calle tiene un olor muy tétrico, indeseable, la verdad no sé si tiene que ver con la degradación de mis fosas nasales, tal vez sólo es costumbre, mal hábito de mi nariz. Se me ocurre que hay una mortecina muy evidente, incluso la siento en el smog de los buses. Yo buscando que regreses y no te doy más que motivos para no hacerlo, ojalá fuese yo uno de los bueno, pero se me hace que soy de los otros. Ahora tengo que ser coherente, las cosas parecen haber cambiado más de lo que creía desde que te fuiste. Es una ciudad muy diferente sin vos, lo que me basta para no aguantarla, para decirle que se calle. Asusta, ¿no crees? Seguro que no lo crees, ese miedo tuyo te lo reservas mucho, conmigo por lo menos, nos parecemos. Yo soy un cobarde, me guardo mis lágrimas para mi propia sábana y para nadie más, tú no, cierto; Confesiones de un cuarto de MacGregor sería más apropiado en la postal, porque ya sabes, no me gusta lo electrónico, todo a mano, con errores de ortografía y mala letra. 

Es verdad, que bueno que lo dices, para mí Brasil está atravesando el Amazonas y de este lado, América cambia mucho, eso creo y con tanto verde entre nosotros, no importa, al parecer nada importa ni la noche ni la diferencia de horario porque tiendo a esperar en mi cabeza a que estés dormida para no dejarte sola en la oscuridad, o simplemente digo: “buenas noches MJ”.

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carlos mario
carlos mario
9 years ago

querido ahijado que bien escribes me sumerjo en tus palabras y las vivo yo no soy un gran conocedor de los géneros literarios pero leo mucho y al hacerlo me divierto como cundo lo hacemos de las palabras de fernando vallejo, las criticas se leen y se tomo de ellas lo que sirve y lo otro pues no , perdón por que tampoco se redactar bien y menos ortografía que la detesto igula que tu a medellin a solas, pero en fin sigue escribiendo y haciendo lo que te gusta que yo seguire leyendo después en confianza me contaras de… Seguir leyendo »

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