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tizoc sanchez
Photo Credits: Sam ©

Carta de un Mexicano a Bed-Stuy

Aquí estamos, Bed-Stuy, tú eres Brooklyn y yo un puntito en el cruce de las calles Madison con Marcus Garvey. Como siempre desde que llegué aquí. Aquí estamos, Bed-Stuy, tú te vas a quedar, porque eres una de las definiciones de este lugar. Y yo, me voy. Ya en unos meses vuelvo a la Ciudad de los Palacios, a la gran Tenochtitlan, a Chilangolandia y, también, al pueblo que me vio crecer, a mi pequeña Tollan Cholula, Meca de Mesoamérica.

Regreso pensando que sí, sí que viví en Nueva York, pero, más que nada, en Brooklyn – y eso es por ti, Bed-Stuy. Es que no me pareces tan distinta de mi pueblo o de los barrios donde viví en la Ciudad de México.

Aquí estamos, Bed-Stuy, tú mirando otro tren pasar, mirando otra familia hacer una parrillada de verano en su stoop, mirando las velas arder frente a otro altar para un muchacho o una muchacha que murió por el racismo estructural, a manos lo mismo de la policía que de una pandilla. Yo, a punto de volver a lugares que ahora pienso que son tus hermanas y reflexionando en una cosa que pasó hace varios meses en una de tus calles. Te cuento esta breve cosa, porque habla de qué fueron los Estados Unidos que viví, esos que no salen en las mil películas grabadas en otra isla across the Brooklyn Bridge.

Dos retratos, Bed-Stuy. Dos retratos me encontré paseando por tus calles, uno al lado del otro, ambos sin relación para el ojo superficial, pero, en el fondo, muy ligados. Los retratos estaban en un supermercado, uno era nuevo y el otro era viejo. Uno era de Martin Luther King y el otro de Notorious BIG. El del Dr. King estaba fresco de recién pintado sobre las vitrinas del supermercado, hecho por el mismo hombre que decora las vitrinas cada temporada. El de Biggie era una vieja y ya muy desgastada hoja pegada entre la sección de anuncios del supermercado, a penas visible entre flyers de clases de yoga y de paseadores de perros.

Ahora te cuento más del retrato del Dr. King, porque no se trata de si el retrato era preciso, de si se parecía o no se parecía al verdadero Dr. King. El artista que lo pintó, lo pintó del mismo modo en el cual, al principio del invierno, había pintado unos paisajes nevados, o en abril unas flores y unas mariposas y en junio banderas gay. El retrato del Dr. King, lo realizó en febrero por el Black History Month. Era un retrato muy sencillo del Dr. King diciendo lo que todo mundo sabe que dijo, I have a dream. Poca gente sabe bien a bien por qué lo dijo, menos gente sabe cuándo lo dijo, casi nadie sabe qué coña quería decir cuando lo dijo, pero todos saben que lo dijo y todos lo repiten una y otra vez. Como diría Kevin Johansen al respecto del Che Guevara, todos declaran y hablan en nombre de él, sin saber quién fue.

El artista que pintó el retrato del Dr. King, agregó otro dibujo para acompañar su ilustración del Black History Month. Se trata de unas notas musicales y un par de instrumentos. Yo supongo que esto alude al legado cultural-musical afroamericano, negro. Pero, es curioso, este artista no pintó a Nina Simone, no pintó a BB King, no pintó a Fats Domino o a Rihanna, sólo pintó allí unas notas, que es algo que en realidad podría representar cualquier cosa, cualquier música. Ni siquiera me consta que esté representando el legado musical afroamericano, yo sólo lo supongo porque lo pintó al mismo tiempo y junto al retrato de Martin Luther King. Parecería que el pintor no sabe mucho en realidad del legado musical y que sólo cumplía con un encargo.

Más aún, las otras vitrinas, tres o cuatro, están pintadas con corazones rosados por el 14 de Febrero. Martin Luther King entre corazones rosados. Esto devela una cosa: ese pintor tiene la sola intención de decorar el lugar de acuerdo al suceso de moda.

Bed-Stuy, a unas calles de ese supermercado, está la mesquita de Asjid at Taqwa, que fue uno de los epicentros del movimiento de Malcom X en Nueva York; junto a ella, Abu’s Homestyle Bakery aún prepara las recetas que la Nación del Islam desarrolló en Chicago para alimentar a una población que necesitaba alimentos nutritivos a un precio accesible; a tres calles de allí, hay una casa que pertenece a la Great United Order of Tents, organización fundada por dos esclavas liberadas – Anetta Lane y Harriett Taylor –y que ayudó al funcionamiento del Undreground Railroad; los locales de tus calles saben al jerk del caribe y al pescado con arroz de Senegal; cuando camino por ellas, escucho hablar Igbo, Jolof, distintos acentos de Inglés caribeño, Español de todos tipos, Chino y más lenguas que aún no conozco, porque eres historia negra, porque eres historia de todos los colores, historia de quienes llegamos buscando y a quienes acogiste. Cuando los colores y los retratos y las pinturas explotan en la vida de tus calles a cada instante, ¿quién se atreve a pintar al Dr. King como si fuera una moda más de temporada?

Pero había otro retrato, Bed-Stuy. Era el retrato de Biggie, el rapero, uno de tus hijos. Un muchacho que creció aquí y aquí hizo su fama y fortuna después de haber vivido las durezas que vivían, y que viven aún, los negros pobres de este país. Y es curioso, porque en esa ilustración, Biggie está diciendo una frase que alude también al Dr. King. Está diciendo, it was all a dream. El retrato de Biggie dice eso porque son los versos iniciales de Juicy, ¿y qué es lo que fue un sueño para el notorio BIG? El sueño era lo que leía en Word Up! magazine, las imágenes de las estrellas del rap, el hip hop y el R&B, en un tiempo en el que vivía en un one room shack y solía cenar sardinas por haber nacido a sinner, the opposite of winner. La letra de Juicy sigue para decirnos que salió de esos tiempos de sardinas, de los tiempos en que estaba atrapado entre los stereotypes of a black male misunderstood, para entrar en un sueño en el cual firmaba contratos con las disqueras, tomaba Moet, tenía grandes pantallas, mujeres en bikini y le compraba a su mamá un AC y abrigos de Mink.

Aunque no creo que el sueño de champaña, mujeres y abrigos de Biggie, fuera el mismo que el del Dr. King – sin olvidar que King sí quería que su gente saliera de la island of poverty in the midst of a vast ocean of prosperity supongo que hay algo que sí habrían compartido. Hablo de la alegría de que el triunfo le llegara a Biggie por rimar (now I’m in the limelight ‘cause I rhyme tight), algo bastante más cercano al “Yo tengo un sueño en el que mis hijos sean juzgados no por el color de su piel, sino por el contenido del carácter”, o por sus habilidades, o por sus rimas.

Aunque los sueños de Biggie y del Dr. King no se hubieran expresado de la misma manera, ambos maestros de la palabra coincidirían en que el flow es mucho mejor medida del valor de una persona, que su color de piel. It was all a dream, dice el retrato en el supermercado, y lejos de colocar el sueño como una cuestión del pasado, navega entre aquella vida que fue pobreza – que para otros sigue siendo – y la vida que alcanzó más tarde, recordándole al oyente que el tránsito entre ambas es duro y que requiere resistir, requiere la voluntad de no detenerse. No es tan distante de aquella voluntad de marchar en Washington.

Bed-Stuy, toda esta reinterpretación de qué es tener un sueño, queda allí condensada en ese retrato del notorio BIG que está pegado en el muro de anuncios de un supermercado. Además, hay una instrucción escrita al pie del retrato de Biggie, y dice que si encuentras las otras cinco imágenes escondidas en Bed-Stuy, puedes tomarle fotos y subirlos a las redes con un hashtag allí indicado. Así que era un artista local quien puso a Biggie allí, alguien que te conoce y a quien le importas y que quiere mandar un mensaje para quienes te recorren y ponen atención en tus rincones y en tus esquinas más inesperadas.

Entonces me parece que no podía haber más contraste entre estas dos imágenes, una tan original, tan aludiendo a la vida de quienes han crecido allí y tan guardando una cierta profundidad en su enunciación de la realidad y la otra tan mandada a poner allí por los dueños del dinero, por los dueños de las tierras, por los dueños del mismo sistema contra el que protestaba el Dr. King, tan mandada a poner allí para hacer ver que todo está bien, que pueden pasar a comprar a mi supermercado, we are such a woke supermercado, tráiganme sus dólares.

Pero hay una cosa más, Bed-Stuy, sobre el poder de los símbolos. A fin de cuentas, no importa cuán débil haya sido la comprensión del pintor del retrato del Dr. King, era el Dr. King. Y sólo de verlo allí, tuve que detenerme y pensar, sólo de verlo allí, tuve que traer a mi mente cada calle tuya, cada momento de sorpresa en los últimos años, cada aroma, conversación e imagen que me contaran algo de ti.

Después de todo, MLK advirtió que “The marvelous new militancy which has engulfed the Negro community must not lead us to a distrust of all white people” y del mismo modo no quiero lapidar a un pintor que intenta ganarse la vida. Escribo esto, no porque desconfíe de ese pintor, sino porque confío en un rostro de los Estados Unidos que vine a conocer contigo, uno de los retratos escondidos, de las lenguas que sin conocerse se entienden, del flow, de la historia que no para de reinventarse.

To fling my arms wide

In some place of the sun,

To whirl and to dance

Till the white day is done.

Then rest at cool evening

Beneath a tall tree

While night comes on gently,

   Dark like me—

That is my dream!

– Langston Hughes, Dream Variations


Photo Credits: Sam ©

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