Queridos 20:
Cuando en el colegio me enseñaron a contar, nunca pensé que el salto del 29 al 30 sería más difícil en la vida real que un simple cambio en la seriación numérica. Tampoco es como si me estuviese engañando porque siempre supe que algún día se terminarían, pero a pocos días de comenzar la tercera década de mi vida no puedo evitar pensar sobre si estoy en el lugar que imaginé hace 10 años, y la respuesta es que no.
Hubo cosas que no me imaginé que me sucederían, como descubrir que no estoy hecha para ejercer mi primera carrera. Siempre me gustaron las clases, sobre todo las más teóricas, como Filosofía del Derecho u Obligaciones. Quizás esa fue la señal que no supe ver.
Tampoco pensé que estudiaría Psicología apenas 6 meses después haberme graduado de abogado, que resultaría ser una hermosa manera de ganarme la vida y que tendría la oportunidad de descubrir que me gusta trabajar con niños. Nunca sospeché que su década la terminaría teniendo dos carreras y un oficio.
Tampoco creí que llegaría a casarme, o que viviría tanto tiempo en una ciudad lejos de mi familia, lugar que al principio odié y que ahora añoro.
Quizás mientras los viví no tuve la oportunidad de experimentar lo que en otros países es normal por vivir en Venezuela, pero mentiría si dijese que fueron aburridos. Quienes me conocen saben que he vivido un par de cosas que puede que algún día termine escribiendo en alguna parte, porque creo que la vida si no se cuenta no vale la pena.
No negaré que los dejo estando asustada. Viviré en un país nuevo, mientras el mío está sumido en una dictadura que jamás imaginé y tengo a mis afectos repartidos por todo el mundo. Quiero creer que si hay algo que aprendí de ustedes y que espero aplicar en mis 30 es que el mejor final de una película es el que no se espera.
Gracias por haberme permitido tanto.
Photo Credits: John Davey ©