Escucho atentamente el coro nocturno en La Libélula de Tárcoles, este pedacito de tierra cercana al Pacífico, cubierto por un firmamento en el que sobresalen Escorpio, las Osas y, al sureste, la Cruz del Sur.
Cantan grillos y chicharras, croan ranas en las pozas y charcos cercanos, silban sus melodías las aves nocturnas como los cuyeos y chillan las guachas o gecos.
Esta noche no hay brisa, ni llueve. Sólo canta el coro.
Pero hay noches de tormenta en las que el viento aúlla por entre las copas de los robles, el nance, el cenízaro y el cocobolo, y los goterones del aguacero repican contra las hojas anchas y gruesas de los almendros y las piedras del suelo.
Entonces las secciones de viento y percusión de una orquesta natural se unen al coro nocturno para interpretar su cantata tropical.
Photo by: Jose Muñoz. ©