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Fabian Soberon

Cándido López

Por las mañanas, en la pequeña habitación, pinta una estampa de bodegones violetas y tazas blancas. Por las tardes, escribe, en los cuadernos tramposos, la descripción minuciosa del paisaje. Todos los días, durante el crepúsculo, pinta un pedazo de tela cercano a las exigencias de la guerra. Como un obsesivo, como un psicópata, como un miniaturista holandés del siglo XVI, dibuja el mapa minúsculo de la batalla.

A pesar de los muchos años de oficio, se cree un soldado. Siente que su labor más profunda es servir a la patria.

Uno de los días de la guerra, por la orden irrenunciable de su general, camina hacia la tropa enemiga. Una granada le corta la mano. Con dolor, cae en el suelo. El brazo le sangra y mira, involuntariamente, hacia su brazo y al cielo. Ve que las ramas huidizas forman el paisaje negro del dolor. Como puede, hace fuerzas y se levanta.

Da unos pasos cortos. A los pocos metros el mareo lo envuelve y vuelve a caer. Un soldado lo asiste pero otra granada mata al soldado. López, entre la niebla y el olor a pólvora, ve a lo lejos al general Bartolomé Mitre, sereno, sobre su caballo blanco. Y esa imagen lo tranquiliza. Esa imagen es lo último que ve.


Relato extraído del libro «El instante» de Fabián Soberón

Photo Credits: Russell Hayes

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