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Photo by: Nicholas A. Tonelli ©

Caminatas en la Pandemia

Episodio uno: Solsticio y Eclipse

Después de regresar de México, la vida siguió su rumbo en Colorado: clases en línea, lecturas de poesía en zoom, lecturas en Facebook, mucha interacción electrónica que me llena de alegría, pero también de estrés. Nunca había estado tan conectado fuera de mi propia realidad, la realidad de la casa, las calles, los parques, los trails de mi ciudad, las personas que la habitan. Disfruto mucho las interacciones en línea, pero echo de menos, a gritos literalmente, el verdadero contacto humano, sin miedo. Siento que ahora sí estamos viviendo una realidad virtual. A ella, en los lejanos noventa del siglo pasado en conversaciones inmanentes con amigos poetas, nos referíamos, al menos en nombre, con curiosidad y asombro.

Eclipse y solsticio de verano eran dos eventos en junio que se presentaban como una oportunidad para hermanarme con el rito. Le escribí a Ana, mi amiga guatemalteca, que ahora se encuentra de visita en California, para saber cuál era el mejor lugar para hacer una ceremonia que me generara una limpieza interior y recargarme de pura interacción con el absoluto ante tanta vida e interacción virtual, que estaban generando un efecto negativo en mi salud mental. Así di con S. amiga de Ana, ex bailarina y terapista mexicana, natural de Michoacán, conocedora de los rituales y del saber oriental chino, con quien tuve la oportunidad de departir antes de la pandemia.

Nos íbamos a encontrar en el Signature Bluffs Natural Area. Llevaría miel, una copa, una fruta, una flor blanca: mi contribución para el ritual. En mi estudio tenía miel y una copa. Me faltaban la flor blanca y la fruta. Decidí conseguir ambas en una caminata por el barrio. Pensaba que podía recoger la flor blanca o la fruta de un jardín cercano. El sábado veinte de junio de 2020 en Greeley, Colorado, el calor era infernal. No encontré ni flor ni fruta. Debía ir al supermercado. Hice las compras respectivas y desde allí manejé hasta el Natural Area.

Encontré a S. en el estacionamiento, no nos veíamos en mucho tiempo. El mundo realmente había cambiado. Me preguntó si necesitaba usar mascarilla o barbijo. Le respondí que no era necesario. Caminamos por el sendero rumbo al lago. El mundo había cambiado ciertamente y era innegable, pero las personas de buen corazón, un corazón puro y valiente, no cambian. S. y yo éramos así. Y eso es lo que precisamente busco transmitir en estos renglones: mi insistente y terca defensa de los corazones puros y valientes, mi entrega absoluta a la persistencia (del latín Persistere, continuar con firmeza) de una humanidad con la que mi ser sagrado se identifica a plenitud, la humanidad que todavía cree en los Dioses y en los ritos, es decir, los últimos humanos.

Hallamos un lugar hermoso junto al lago, había olvidado el repelente, así que era un poco difícil la concentración cuando los mosquitos te comían vivo, pero lo logré, increíblemente. El sol derramaba sus generosos rayos sobre nuestros cuerpos, sentía el movimiento del agua, su sonido, las sonrisas de los niños, los pasos fuertes y seguros de un runner, en fin, señales de una humanidad tambaleante. Los astrólogos habían pronosticado una gran oscuridad espiritual para el mes de junio a nivel mundial. Eso era señal suficiente para tomar el asunto en mis propias manos, el llamado del ritual como una necesaria protección psíquica: la metáfora de la sanación.

No voy a describirles en qué consistió el ritual. Hay que respetar el secreto del rito, su naturaleza esotérica, es parte de la dignidad humana, guardar secretos. La vida moderna y virtual no puede significar ¾ como es el sentir para las corporaciones, la seducción pornográfica y el periodismo gonzo ¾ la ejecución de una terapia psicoanalítica donde uno deba desnudar su alma, como si de un freak show se tratara para el placer y el goce de las masas. Nuestras almas, ahora mismo, son sinónimo de espectáculo para el circo romano de las redes sociales, escenario, precisamente, de la tan peligrosa transparencia que estudia Byung-Chul Han. Por su parte el fallecido intelectual George Steiner plantea la necesidad de vivir con un respetuoso traje psíquico de secretos.

Mi cuerpo y mi alma fundidos con el sol al lado del lago. Las manos juntas en pose de meditación. Dolor de cuerpo. Dolor de alma. Paz interna: el control de mi respiración, calma y sincera. Velas, copas, frutas, humo purificador, flores blancas. Era feliz y sí lo sabía.


Photo by: Nicholas A. Tonelli ©

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