A diferencia del viaje de ida a inicios de julio, esta vez decidí tomarme tres días para regresar de Boston a Colorado. La primera parte de la ruta de regreso me llevó a través del estado de Nueva York sin contratiempos. El día era hermoso y soleado. Sin duda, un día de verano, pero no como otros años. Este era un verano singular en el hemisferio norte. La pandemia había transformado la vida y la rutina de las personas en la Unión americana. Por ejemplo, el barbijo era un componente esencial para un conductor, tanto como contar con licencia de conducir. Era norma en la mayoría de los estados ponerse los barbijos para entrar a cualquier establecimiento, incluyendo las áreas de descanso (rest areas) donde uno hace uso de los servicios higiénicos.
Decidí parar en Pennsylvania, allí pasaría la noche, en un pueblo montañoso llamado Wilkes-Barre. Encontré habitación en el Days Inn, el problema era que no había ascensor y debía subir hasta el cuarto piso con mis pertenencias. Ni modo, estaba cansado y debía además conseguir algo para cenar. Me aventuré en un McDonalds, no pisaba uno en mucho tiempo, pero se notaba que las cosas habían cambiado. Por ejemplo, el comedor estaba cerrado, solo se podía ordenar para llevar. Me decidí por el combo del sandwich de pollo. Regresé a la habitación. Me puse a mirar un partido de la liga mexicana, jugaba el Cruz Azul contra el León sin aficionados, los mismos que eran reemplazados por unos diseños de computadora que hacían las veces de aficionados. ¿Es ésta la nueva normalidad? ¿Cuál es el mundo real y cuál es el mundo del futuro? ¿O es que todos los tiempos estaban coexistiendo a la vez? ¿Nos extinguiríamos finalmente?
Desperté, me duché rápido, tomé mi café rápidamente y preparé otro para el largo camino. Cuando subí al diminuto auto rojo para continuar la ruta hacia el oeste, me di cuenta que al frente mío había un Ihop o en su nombre completo, International House of Pancakes. ¿Qué de internacional puede tener un Ihop? Eso sí, los estadounidenses para el marketing son los mejores del mundo, sin duda, alguna. No tienen rivales. Un par de amigos desayunaban bajo un toldo en lo que era anteriormente una zona de estacionamiento y que había sido improvisada como un comedor al aire libre. Les tomé una foto y pensé, riéndome: Breakfast in America de SuperTrump. Encendí el motor. El conejito y el pequeño ídolo del nino Krishna, mis compañeros de viaje, miraban con asombro la escena. Frente a nosotros, una nueva y hermosa mañana en la Unión americana.
Photo by: Ed Schipul ©