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Calefacción y nostalgías

NUEVA YORK: Si algo sabemos los que nos mudamos a New York es que el clima se convierte en parte de nuestra conversación diaria. La humedad, la lluvia, el calor, el frío, la nieve, la neblina y todos esos términos de hombre del tiempo se convierten en muletillas para entablar conversaciones.

Pero nadie empieza una de esas conversaciones hablando de que llegó la época de asesinar focas o tigres de bengala o osos polares. Por ejemplo, el año pasado, en uno de esos días de “Polar Vortex” la sensación térmica afuera era de -9 grados centígrados (16 grados fahrenheit), y el apartamento donde estábamos estaba por los 30 grados centígrados. Era de noche, por lo menos visualmente, pero en el reloj eran las 5, y las luces también estaban encendidas como la calefacción, y estuvieron hasta las 3 o 4 de la mañana, cuando se terminó la jornada y tocó meterse debajo de un buen cobertor después de apagar la calefacción, si es que se apagaba.

Si, hay sentimiento de culpa, pero ni modo. En ese invierno, para los que crecimos en el caos tropical, la calefacción fue como una máquina de nostalgia, se prendía y se quitaba uno la camisa y se tomaba una Corona, como si se estuviera sobre la arena con palmeras y mar. Desde ahí se metía uno en el celular, veía el pronóstico del tiempo, leía los números negativos y a putear a la tierra que decidió ponerse a dar vueltas alrededor del sol, porque no podía quedarse ahí quieta en verano, y que se congelen Australianos y Argentinos que aquí arriba estábamos de lo mejor.

Entonces nos tocaba encender calefactores, por culpa de la tierra que se puso ansiosa y no se quedó quieta. Y Al Gore diciéndonos que la salváramos, que recortemos el uso de energía, que no usemos el carro, que montemos bicicleta. Y nosotros con esa indignación pensando: que nos salve ella a nosotros, que se quede tranquila o que de la vuelta más rápido. Porque no queremos matar osos polares, ni tigres de bengala, pero tampoco queremos morir de hipotermia.

Y entonces volvió el frío. Y mientras escribo este artículo, como hace un año, la sensación térmica es de -9 grados centígrados, y son las 5 y ya es de noche. Pero yo tengo un suéter y la calefacción está apagada. Y salí, y hacía frío, pero no era tan grave, y ya no me importaba si la tierra daba la vuelta o se quedaba tranquila, porque esto se empezaba a sentir como una casa, y la nostalgia, esa de hace un año, ya no necesitaba tener calor.

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