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keila vall
Photo by: Alexandru Paraschiv ©

Hide & Seek: Caída

Let things happen! Keep serious! We can only be savages in as much as we keep serious.
Do no more than look! Assemble, testify, preserve! Remain spirit!
Keep your distance. Keep your word.
Cassiel. The Wings of Desire.

 Cuando corro en el Reservoir de Central Park me siento un personaje en una película de Wim Wenders. Muchas personas lo visitan en la mañana. Turistas, neoyorquinos desde siempre, gente recién llegada, estudiantes. Algunas personas corren solas, como yo. Otras, hacen lo mismo pero acompañadas y conversan mientras tanto. Algunas caminan. Hay quien parece andar solitaria y habla con un interlocutor invisible, en voz alta. Si Central Park ofrece una temporalidad, una manera de hacer y de estar, y un paisaje ­–un lugar topográficamente hablando– único y distinto al del resto de esta ciudad-isla, el Reservoir abre la frontera hacia el vacío. Es la diferencia en la diferencia. Es un lago. Ubicado en el corazón de la parte norte del parque, en el corazón del corazón de New York, es un lago abrazado por una pista de tierra de dos kilómetros y medio. El Reservoir es un lugar fuera de lugar, “un otro lugar”.

De cierta y misteriosa manera, acceder a él a través de las contadas entradas que lo permiten (en su mayor parte está cercado), es también salir del parque. Y si hubiese dudas, a esta evidencia me remito: es recomendable recorrerlo, así lo indica una instrucción en cada acceso, en contra del sentido de las agujas del reloj. No toda persona sigue esta instrucción. Pero es sugerida una y otra vez. Entrar es entonces, pienso, detener el tiempo, tal vez retroceder el tiempo, es no sólo saberse en un lugar separado físicamente de todo lo demás, sino a un espacio simbólicamente diferenciado también. Esto podría llevarme y me lleva, para qué negarlo, a la idea del jardín místico, y a la idea del convento, a las estupas hindúes, y en general, a la noción de lugar sagrado: entrar con éxito a estos sitios requiere siempre seguir al pie de la letra algún tipo de instrucción. Ciertos rezos, ciertas prohibiciones, cierto método, quizá el voto de silencio o incluso, una particular dirección al caminar.

Acá dejo esto.

Estoy en el Reservoir, corriendo a contrasentido con los sentidos exacerbados. Corazón latiendo fuerte y respiración empecinada. Piel híper-sensible. Cuánta extranjería y cuánto foco ofrecen los latidos afanosos. Weil identifica la atención llevada a su grado máximo con el rezo. Dice la maestra que la concentración absoluta es plegaria. Eso no lo pienso mientras corro, lo releí hace pocos segundos y se conecta.

También dejo esto.

Estoy en el Reservoir. Dos amigos me pasan por la izquierda, los escucho conversar en Francés. Más adelante, coro junto a una pareja hablando hindi. Ahora una pareja alemana. Una joven italiana conversa con el aire, no, tiene audífonos puestos, habla en italiano con alguien probablemente al otro lado del océano. Un grupo hispano se acerca al lago. Oh sí, muchísimos acentos del español. Ahora, hebreo. Al final, dos mujeres se cuentan algo en algún idioma nórdico que no logro identificar. Primero imagino que soy un personaje de Hasta el Final del Mundo, entro al film, recuerdo vagamente sus diálogos multilingües y al asombro que sentí al ver la película por primera vez. Pienso en el final del mundo, o sólo me digo esto: el final del mundo. Entonces viene a mi mente otro film, Las Alas del Deseo. Al decirme Wings of Desire me digo Cassiel y veo sus cabellos impecablemente peinados hacia atrás. El film en blanco y negro. Natasha Kinski arrodillada en una calle junto a un hombre moribundo. Pienso en los ángeles de esta historia escuchando los pensamientos de las personas a las que asisten o acompañan. Imagino ahora que lo que continúo escuchando en el parque, porque sigo en apariencia allí, o allí está mi cuerpo, desplazándose sobre aquel cinturón serpiente que se muerde la cola alrededor de un lago, son en realidad los pensamientos de cada una de las personas que he ido encontrando acá.

Siento los pensamientos flotar. No pretendo ser un ángel, pero quién sabe, quizás uno caído, me digo en ese momento y escribo ahora no vaya a maliterpretarse lo que he visto lo que he sentido lo que he escuchado: acá no hay iluminación, si acaso, empecinamiento e insuficiencia. Me digo: los pensamientos flotan y los sostengo.

Me veo a mí misma en esa película.

Entonces esto. Imagino que estoy viva en un mundo como este. Pienso en el globo y lo que somos, me digo que sí, que estamos en Las Alas del Deseo, que los pensamientos del otro pueden escucharse. No sin error, porque hemos caído. Tan torpes los intentos a veces. Tan inútil mi devoción y quién dice que la devoción debe tener utilidad.
Regreso a casa asombrada.

Pensando en la unidad que soy, en la nada que soy.


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