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Genius Thomas Wolfe
Genius Thomas Wolfe

Cada soplido de viento

La literatura a veces se contenta con narrar una buena historia. Otras, busca convertirlo todo en poesía musical. La vida como un lírico río de palabras. El lenguaje como resonancia musical del cuerpo y el tiempo. Thomas Wolfe es uno de esos escritores musicales.

Y Thomas Wolfe y su relación con el editor Max Perkins es el motivo inspirador del film estadounidense-británico Genius (2016), Pasión por las letras en Latinoamérica (*), dirigido por Michel Grandage y con guión de John Logan. La brillantez actoral de Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman agregan excelencia artística a la narración de las imágenes.

Thomas Wolfe (1900-1938), procedía de Asheville, Carolina del Norte. Combinó su puesto de profesor con largas horas de escritura. Luego de su frustrado paso por la dramaturgia y su entrega plena a la novela, su encuentro con Perkins fue fundamental para la proyección de su obra. Perkins le pide cortar, achicar. Algo que Wolfe solo acepta con pesar y como último recurso para la publicación. Su gusto tendía hacia la extensión narrativa y la expresión poética de las situaciones y los personajes. No en vano fue contemporáneo de Faulkner, Joyce, Virginia Wolf, que se sumergen en el flujo de la conciencia y en un torrente de sensaciones que demandan precisión y versatilidad lingüística. Y también coincidió en el tiempo con Scott Fitzgerald, con el que interactúa en Genius, o con el espíritu más contenido de Hemingway, que también se muestra en un momento de pesca junto a Perkins.

En un lugar en el cual se toca jazz, Wolfe relaciona el estilo de Henry James y el suyo, con la música que salta de lo melódico acompasado a lo exuberante.

La primera obra que Wolf escribe por consejo de Perkins es El ángel que nos mira, descripción de los años de infancia y juventud en Carolina del Norte de Benjamin Gant, en la ficticia Altamont. Asheville, cuna de Wolfe, fue su modelo de forma libre, y poco fiel e inexacta para sus habitantes, lo que le dispensó pocas simpatías, al punto que debió esperar varios años para retornar a su hogar natal.

El padre de Wolfe tenía un taller de lápidas. El personaje Oliver Gant también. En el patio de su taller aloja la escultura de un ángel de mármol de Carrara. Un día, la dueña de un prostíbulo lo visita para proponerle comprar aquella serena mujer de piedra tallada para emplazarla en la tumba de una de sus pupilas. Gant se la vende. Luego, en el deseo de encontrar correspondencias entre la literatura y la realidad, un periodista y un fotógrafo de un periódico de Asheville buscaron la estatua del ángel, y creyeron encontrarla en un cementerio; pero la tumba que la estatua custodiaba no era la de una prostituta sino de una mujer muy devota asistente asidua a las liturgias de la iglesia.

Pero Del tiempo y el río es la excelencia final que Wolfe publicó con el pulimento de Perkins. Wolfe escribió alrededor de más de mil páginas, y concluyó su novela en 1935, tres años antes de su muerte. Benjamin Gant vive en las letras como el héroe que vislumbra una tierra anhelada. Ejercicio de escritura que emana exuberancia verbal, adjetivación incontinente, una voluntad que quiere capturar la polifonía completa de lo vivo. Voracidad existencial, avidez estética, descripciones obsesivas de los detalles, lo que lo aproxima a Balzac, Whitman y Proust, y adelanta a Henry Miller, Jack Kerouac, o Pilip Roth; caza literaria de una América perdida que nunca existió o que solo existe en el vuelo de una intuición mítica solo accesible a un alma romántica.

En el devenir narrativo de Genius, Wolfe y Perkins llegan hasta una terraza del viejo New York de la década del 30’, la era de la Gran Depresión, del desempleo, del hambre que roe los estómagos. Y contemplan entonces la ciudad que reposa en su cuerpo bucólico y feroz. Presencia de lo glorioso en el paisaje urbano, proteína para lo épico que el escritor persigue, sin detenerse en las críticas o las dudas.

Y las desavenencias de Wolfe con su amigo Scott Fitgerald, el del El gran Gatsby, pero también el de su autobiografía crepuscular The crak-up; y la vista del mar para renovarse y trepar otras cuestas, y su caída frente al océano, la salud desgajada, la soledad en un hospital; y su carta de despedida a Perkins, su editor, su hermano espiritual en la búsqueda, por derroteros distintos pero coincidentes, de la misma cara esquiva de la belleza. Esa belleza hecha con la piel de todas las cosas, y con cada soplido de viento.


(*) Genius se la puede ver en Netflix, como Pasión por las letras.


Photo: still from the film «Genius»

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