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Sergio Marentes
Photo Credits: Lewis Minor ©

Buscar es la mejor manera de no encontrar

Cuando leo alguno de los tantos avances de la ciencia es cuando agradezco no ser científico, ni haberlo sido, ni llegar a serlo. Es decir que, como un lector furibundo agradece que su escritor preferido publique un nuevo libro, así agradezco desde el pasado cuando un lector decide no leerme y abandonarme antes del fin de lo que cuento. Pero sobre todo, agradezco que la ciencia no descanse para que nosotros, los que sí descansamos realizando otra actividad, podamos mejorar nuestra vida, porque su diligencia nos ahorra tiempo, esfuerzo o simplemente una inversión errática de energía vital. Una de tantas novedades, y quizá una de las que más llamó mi atención en los últimos tiempos, fue la de los científicos chinos que logran teletransportar una partícula mil cuatrocientos kilómetros, más o menos la distancia que hay entre una estación situada en la cordillera del Himalaya hasta un satélite en órbita, aunque en realidad no importe de dónde a dónde haya sido ni sea. El experimento obedece a una extraña propiedad de la materia que los físicos denominaron como entrelazamiento cuántico, y se trata de dos partículas que se encuentran entrelazadas a nivel cuántico y que fueron separadas para observar qué ocurría cuando una de ellas se modificaba. Y sucedió lo que una buena historia hubiera contado: cuando la partícula que se quedó fue alterada, en ese mismo instante cambió la de la estación espacial. Ojalá pronto la ciencia pueda llevarse mis partículas lectoras hasta una gran biblioteca y dejarlas allí de por vida, o por lo menos mientras inventan, o descubren, no lo sabemos, la vida eterna.

Cuando leo alguno de los tantos avances de la ciencia es cuando agradezco no ser científico, y más que nada leerlo como si se tratara de una ficción ordinaria, es decir, perfecta.


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