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arturo serna
Photo by: P K ©

Bruno y el proyector

Las imágenes están en la pared. La luz las imprime en el blanco del muro. La habitación está a oscuras. Por la ventana se filtran mínimos haces del atardecer. El tono naranja se mezcla con la negrura. Veo personas que caminan, que corren, que cantan, autos sudados, sucios, sigo una larga persecución, choques. Es una película de Tarantino.

En un instante, Bruno, de seis años, trae la linterna en la mano. Hunde haces en el techo y en las paredes. Un haz aquí, allá, lejos. Mezcla su franja blanca con las huellas del crepúsculo. Luego, mira hacia el proyector. Imita el gesto del aparato. Pone su linterna en dirección a la pared hecha de cine. E impacta. El rayo inminente pincha los personajes.

Veo una película muda, hecha de luz blanca, tímida, una luz lanzada por Bruno. Los personajes cambian. El cine es otro. Sigo la luz de la interna, mágica, corta, interminable.

El cine de la tarde frente a la pequeña linterna mágica de un niño.


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