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Brian Nissen: caleidoscopeando

En el mundo en que vivimos, observar la realidad a través de un caleidoscopio es una buena opción, pues no mover un apéndice de la mirilla, nos mantiene estáticos, obtusos, mientras que la geometría y el colorido fundiéndose nos permiten ver la realidad desde diferentes perspectivas. El artista británico-mexicano Brian Nissen nos traslada a este microcosmos de los fragmentos a través de su libro, presentado esta semana en Barcelona, «Calidoscopio: las facetas y flashbacks» (Editorial Lumen).

El libro, que combina el formato de la evocación con el de anecdotario, incluye pasajes de las vivencias y convivencias del artista con personalidades tan relevantes como el poeta Nicanor Parra, el crítico de arte Dore Ashton, el pintor Rufino Tamayo, la pintora Carrington, el arquitecto Roberto Matta, el dibujante Saul Steinberg, el cineasta Luis Buñuel, el poeta Octavio Paz, el ensayista y escritor Tomás Segovia, el cineasta Arturo Ripstein, el director y guionista, Juan Ignacio Ibañez y otras personalidades que pasaron por la vida del artista en un momento u otro, en aquel México artístico y cultural de los años sesenta, setenta y ochenta.

«Son incidentes y encuentros con la gente que me ha marcado e interesado. Convivencias en el arte en México, España y Nueva York», dice Nissen poco antes de la presentación en una librería Altair llena hasta los topes.

Dos partes bien diferenciadas componen el libro. Una dedicada a «La gente y lugares» y la otra titulada «Arte abordo», en la que reflexiona sobre el mundo del arte contemporáneo y se adentra para plasmar sus observaciones sobre las relaciones científico-artísticas, un tema que domina la obra de Nissen.

«En el arte como en todo, las exigencias del mercado son lo que predominan. Desafortunadamente, es un reflejo de nuestros tiempos. Los espacios creativos están sujetos a estas presiones, donde reinan las modas y las novedades», señala.

«La tecnología forma parte de todo esto. Refleja tanto la grandeza como la pobreza cultural de una sociedad. Hay mucha antropología y sociología que domina en el mundo del arte actual. Son aspectos que diría que predominan incluso por encima del mundo del arte», prosigue.

Nissen es un artista sui generis, incatalogable, un mestizo anglo-azteca, pues su trabajo se nutre del pasado, con su devoción pretérita por la imaginería del arte prehispánico ritualista en Mesoamérica, pero también del presente y futuro, con su afán de mostrar el componente biológico, ecológico y científico del arte.

Reivindica el oficio del artista, del hacedor del arte, ya sea de una pieza fruto de la pasión y la expresión, como de un objeto de la vida cotidiana, que considera que es otra modalidad de manifestación artística. A su vez, cuestiona el arte como filosofía y los museos como templos subliminales de la expresión artística. Habla de la precariedad del mundo del arte y la cultura al servicio del turismo y las marcas. Una precariedad que se encuentra en otras disciplinas.

Nissen se ha nutrido de varias culturas desde su Londres natal, pasando por su infancia en Escocia, recién iniciada la II Guerra Mundial. París es el lugar que eligió para estudiar Bellas Artes en un momento de plena efervescencia y ebullición por el proceso de descolonización, con episodios tan convulsos como la masacre parisina (1961). Un libro, que cayó en sus manos en aquel entonces, escrito en 1947 le marcó: «Bajo el volcán» del británico Malcom Lowrin, un relato lúcido y compasivo del ex cónsul británico en México sumergiéndose en los infiernos de las cantinas y la desesperación.

Así pues, siguiendo su brújula creativa, en 1963 se instaló en México, en el pleno altiplano colorido de San Miguel Allende divisando horizontes distantes y más tarde en Ciudad México, junto a su mujer la también artista y prestigiosa galerista catalana, Montserrat Pecanins. En 1979, apostó por Nueva York, buscando un punto intermedio entre Europa y América, y cobijado por la beca Guggenheim, que le concederían cuatro años después. En la ciudad de los rascacielos se codeó, junto con su esposa, con la comunidad artística y su casa de Saint Mark Place, en pleno East Village, se convirtió en un punto de encuentro intergeneracional.

El arte de Brian Nissen, que se ha expuesto en diferentes ciudades del mundo y que él mismo esboza en su libro anterior «Expuesto», es como un mapa cartográfico que permite diferentes rutas y cruce de caminos, en donde reina la fusión y la interdisciplinariedad, con una relación caleidoscópica con la poesía, la danza, el teatro y otras representaciones artísticas. Pintor y escultor de fragmentos y collage sin pedestales ni marcos, realizados de múltiples materiales (bronce, madera, cerámica, tela, mármoles, pigmentos, etc) combina la realidad geométrica y las formas orgánicas, ensalzando la naturaleza y la cotidianidad.

Su intensa vida social y cultural, con un círculo de amigos privilegiados, con una identidad propia –la llamada mexicanidad— alejados de las tendencias internacionales, conforman sus memorias, sus lecciones, sus vivencias en su propio ecosistema artístico. «El libro fue un encargo, con la idea de que fueran mis memorias. Decidí reorientarlo hacia las convivencias y experiencias que me han afectado y marcado, o simplemente forman parte de mi recuerdo», señala.

La llegada de la efigie de Tlátoc, el dios de la lluvia, a la Ciudad de México o su encuentro en una galería con la princesa Margarita, hermana de la reina de Inglaterra forman parte de este menú de anécdotas, de diferentes sabores y humores. Aborrecedor de los patriotismo y nacionalismos, Nissen forma parte de lo que llama la tribu de los artistas que piensan que es enriquecedor vivir entre culturas. Londres, donde nació, México, que lo acogió, Barcelona, de donde es su esposa, y Nueva York, en donde vivió, son los vértices del cuadrado que configuran su esencia artística y humana.

Cronista social y cultural sin adobos ni pretensiones, cuenta sus vivencias e inquietudes, así como nos ofrece sus ideas y reflexiones sobre la vida, el arte y la cultura. Se trata de una amena colección de recuerdos divertidos y perspicaces, y por encima de todo un homenaje a la amistad, a las amistades que se van cruzando por el camino. Gracias por compartir, con agudeza e ingenio, esta vida llena de testimonios.

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