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arturo serna
Photo by: Farhad Sadykov ©

Breve nota sobre la barbarie

Es un absurdo liberal decimonónico creer en la disyuntiva –maniquea– de civilización y barbarie. A los ricos les viene bien está visión porque ellos quedan del lado de los civilizados. Eso explica que adoren a Sarmiento. Lo que los ricos no consideran es que nuestra cultura tecnológica y civilizada contiene en sí misma su parte de barbarie. Algunos filósofos se han ocupado de reflexionar sobre este asunto: Walter Benjamin, Theodor Adorno y, en nuestro tiempo, Esteban Ierardo.

También está claro que los supuestos bárbaros (los pobres, según la falsa presunción liberal) son animales de Dios por culpa de los ricos. Es decir, la barbarie de los ricos (el deseo de dominación, la riqueza desmedida, el lujo inútil, clasista y farandulero, etc.) contribuye con la barbarie de los pobres. En una sociedad como la nuestra, la disyuntiva de Sarmiento no solo es falsa sino también inútil. Y como dijo aquel judío que se suicidó en la frontera, en los crueles días de los bombardeos nazis: “no hay documento de cultura que no sea también documento de barbarie”.

Lo que habría que generar es una sociedad con menos diferencias económicas, una sociedad que reduzca el hiato que hay entre pobres y ricos. De este modo, se reduciría la barbarie en ambos grupos sociales.

Ahora bien, los ricos odian a los peronistas y los peronistas odian a los ricos (aunque también hay peronistas ricos que odian a otros ricos que no son peronistas). Ambos están equivocados en su desprecio. El problema mayor es el capitalismo voraz. Si pudiéramos reducir la crudeza y el descontrol fascista del capitalismo y su ideología neoliberal, quizás podríamos reducir las injusticias económicas en una sociedad equivocadamente “sarmientina”. Y así habría un leve aire fresco en las relaciones entre los miembros de una sociedad abiertamente simplificadora y pletórica de revancha futbolística.


Photo by: Farhad Sadykov ©

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