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arturo serna cronica
Photo Credits: Eva Luna ©

Box y pensamiento

No me llevo bien con los escritores. Ególatras y vanidosos, llevan la megalomanía a límites insospechados. Los filósofos se creen los reyes del universo. Buscan la verdad y, lo que es peor, creen que la han encontrado o que la pueden encontrar. Prefiero cruzarme en un bar con un poeta o con un  boxeador. En el ring se puede ser feliz con el roce brusco de la tela áspera del guante. Un golpe te despierta, te saca del ritual del consumo. El sabor de la sangre en la garganta te desconcentra y te acerca a la vida orgánica, animal.

Un hombre que golpea lucha contra el sinsentido de la vida. Un boxeador persigue el dinero. Es cierto: es miserable pero generalmente viene de abajo, de la podredumbre y del estiércol. Y sabe que el deporte es un círculo sucio, un circo armado para divertir a los enemigos. En este sentido, los boxeadores son cínicos perfectos, viven sabiendo que la vida es un conjunto de convenciones que son puro polvo, mera estridencia,  fuegos de artificio. Por eso mi pensamiento viene del escepticismo del ring. El que boxea siente el absurdo en el cuello y vive con eso como un tatuaje en la piel.


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