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paola maita bonita y latina
Photo Credits: Marco Verch ©

Bonita y latina

Me ha costado aprender a verme como bonita, porque en el colegio fui objeto de bullying. Me tomó un par de años de terapia el quererme, y tratar de llevar una relación en términos más amables conmigo misma. A pesar de que cada vez me ha ido gustando más la imagen que me devuelve el espejo, jamás pensé que sentiría asco cuando alguien la usaría como medida para sopesar mi valor profesional.

Una de las tantas cosas por las que pasa el que migra de país, es una crisis de identidad profesional. En su país, cada quién sabe en qué puede trabajar, qué cosas sabe hacer bien, cómo funciona el sistema… En fin, las ventajas de ser nativo del lugar. Cuando cualquiera comienza a enfrentarse al mercado laboral en su nuevo país, es natural que se sienta perdido. En mi caso, cosas tan sencillas como buscar los lugares donde están ubicadas las ofertas en el mapa o preguntar qué significan ciertos términos en los anuncios, me hizo sentir casi como una neardental.

En medio de todo este laberinto de incidencias, ser llamada para una entrevista se me antojaba como el rayo de luz que estaba pidiendo desde hacía un par de semanas. Cuando se tiene sed, cualquier cosa se confunde con agua.

En teoría, todo iba saliendo bien en la entrevista, hasta que llegó el momento en el cual el encargado me dijo “me gustó tu perfil por bonita y latina”. He de aclarar que ninguno de los dos adjetivos me habían parecido negativos hasta aquel momento.

El primero me tomó mucho tiempo atribuírmelo, pero una vez que lo hice, me gustaba que formase parte de mi autoconcepto. El segundo lo considero parte de mi identidad, y me gusta la cultura que representa. Dos palabras que hasta hace unos días significaban cosas positivas para mí, fueron manchadas con la lengua de un español para quien mi valor profesional residía únicamente en ellas. De ahí salí con una sensación de nauseas en la moralidad, y con ganas de que nadie más me volviese a atribuir esos adjetivos.

Sé que no he sido la primera ni seré la última persona, mucho menos mujer, que ha recibido un comentario fuera de lugar o subido de tono en un ambiente laboral o cosas incluso peores. Esto, lejos de hacerme sentir mejor, me hace sentir cierto desamparo. Considero que lo que viví fue una situación muy naïf para poder contarla bajo la etiqueta del #metoo, pero tampoco es impoluta.

“Bonita y latina” no deberían ser dos adjetivos que me hiciesen sentir algo negativo. Creía que ya era agua que había pasado debajo del puente del siglo pasado que un determinado aspecto u origen no deberían ser factores determinantes para un trabajo, pero los cambios sociales tardan en empapar el inconsciente colectivo. Esto no fue más que un recordatorio de que tenemos muchas tareas pendientes, tanto como individos que como sociedad.


Photo Credits: Marco Verch ©

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