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Paola Herrera
Photo Credits: Ondřej Šálek ©

Biographies and Histories

Hay historias de un rato que perduran toda la vida sentadas en la memoria, historias que son accidentes, otras que construimos a pasos de tortuga. Hay historias de espejos rotos, de carmín por el piso, historias de par de copas y ropa en el suelo, historias sin albas compartidas, ni palabras idílicas en colchones desgastados. Historias que se escapan por el miedo al daño de siempre. Historias de guerras que terminaron en independencia, historias sin brújula ni direcciones, que se ahogaron en altamar, otras que naufragaron hasta pisar la orilla de alguna isla. Existen historias que se relatan bajo el sol, otras bajo la lluvia, hay aquellas que solo ameritan de la noche estrellada. Historias que se cruzan con nosotros y no son nuestras, historias de mentiras y desengaños, de desilusiones a montones y otras que quisiéramos nos hubiesen sucedido. Historias tristes que ojalá nunca hubiésemos leído o escuchado, historias que nos exprimen el alma a lágrimas. No hay mucho que decir salvo que somos una secuencia de momentos e instantes que transformamos en una película interminable de sucesiones históricas, de hechos que concretos son la semblanza de lo que realmente somos porque no existe aquel que camina sin haber reverdecido sus memorias con relatos memorables.

Sin embargo me opongo en ocasiones a quienes, sin haber estado presentes, cuentan las historias más excelsas de otros, no quisiera contradecirme, pero, ya que de átomos de contradicciones también estamos hechos, hay algo que quiero subrayar: Eso que llaman biografías no es más que la superficie de una vida desconocida. ¿Qué han de saber algunos biógrafos acerca de la vida de una persona? Si jamás habitaron como espectadores en ella y solamente quisieron indagar inclusive en lo más circunspecto cuando a ellos, los célebres, la muerte les ganó la partida.


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