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Berlín

Ellos le dijeron que vendrían a buscarla. La dejaron plantada en las escaleras de la Zentral– und Landesbibliothek. Aún no era la hora de la apertura del deslumbrante espacio donde ella pasaría el día entero buscando la América que había perdido.

Afuera la temperatura, de –16°, apenas dejaba ver el sol levantándose sobre la nueva Berlín.

El sentimiento de estar por primera vez en un lugar extraño, inundado de una lengua que había oído tanto hablar pero de la que no lograba todavía descifrar, la hacían sentirse en un limbo.

Era la primera vez que la dejaban sola en esa gran ciudad, libre durante diez horas con una dirección en el bolsillo y un poco de dinero, suficiente para tomar el taxi en caso de necesidad.

El centro de Berlín había cambiado otra vez. Ella lo había recorrido varias veces en el auto familiar. Lo único que había retenido y que siempre quería volver a ver era ese angel dorado que dominaba en lo alto de una columna verde. Ese era su punto de orientación y del que cada vez preguntaba si se estaba lejos de él.

Ese monumento no es tan importante, le contestaban, -además es lo más fácil de encontrar porque está en el centro de una anchísima avenida que se ve inclusive desde el avión cuando se aterriza- explicaban.

Se apasionaban en repetir que la avenida ancha dividía la ciudad en dos. -Es la Avenida 14 de junio y tiene ese nombre debido a un golpe de rebelión que fracasó ese día y para conmemorar el fracaso, las autoridades le dieron como nombre esa fecha para que recordaran también el fracaso del pueblo- vaya paradoja, pensó ella.

Era mejor que retuviera la Brandenburger Tor, le insistían, Tor que significa puerta en alemán y que era un enorme monumento en medio de otra ancha avenida. Otra ancha avenida, como un peaje con columnas por donde pasaban los autos y que en lo alto se mantiene una flamante carroza tirada por caballos, todo en bronze y en piedra. La grandeza de ese país no hacia sino ensancharse a sus ojos.

La verdad habían muchas otras cosas difíciles de retener, entonces ella les decía que prefería imaginarse a Hitler montado en esa carroza, pero enseguida le corregían diciéndole que en realidad en lo alto lo que había era una enorme águila símbolo del poder alemán.

Tratando de ser más simples, le decían, que en su defecto retuviera el Neubauten am Spreebogen, que era el nuevo centro, lleno de edificios de vidrio y de anchas aceras o la Bundestang que era como el capitolio pero con una cúpula de vidrio que se ve verde a lo lejos y en donde tal parece en lo alto, hay un restaurante panorámico, hasta le prometieron llevarla allí a comer algún día. Pero al cabo de un momento se cansaban de hacer los guías y volvían a sus conversaciones monocromas de esa lengua indescifrable. Una lengua que ella encontraba sin tono, y sin emoción alguna. Al cabo de muchos años ella iba a descubrir que eran ellos los que mantenían esa entonación neutra al estilo típico de la región de donde venían.

Pero ahora, para ella recorrer esos anchos espacios y jardines achicharrados por el hielo en medio del frío invernal era un suplicio. A sus ojos la jungla polar no lograba dejarle recuerdos concretos a parte de un mundo extraño y abatido por el clima.

En lo poco que se había escapado, mientras abrían la biblioteca, lo único que logró encontrar fue un centro comercial donde la calefacción climatizada era general y donde sintió de nuevo sus huesos y el alma regresar al cuerpo. Qué tristeza poder admirarlo todo desde la ventana. Afuera era imposible pensar que la palabra admirar existía.

Su investigación del primer día no fue más que tres o cuatro palabras de alemán en la memoria y un inglés asimilado y escaso, aunque mucho más amplio en los interlocutores que ella iba a encontrar.

Mientras intentaba leer o comprender el sistema de organización bibliotecaria se decía para sí: Diez horas. En diez horas podría ir y volver a París y dormir mientras tanto en el avión. Porque si le hubieran preguntado lo que ella hubiese deseado hacer esa mañana, sin tardar hubiera respondido quedarse allí, en su lecho calientito, aunque inmerso en una ciudad desconocida y abatida por el frío.


Photo Credits: Zhang Yu

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