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Jorge Mitzuro Da Silva Hernández

El bardo: El concierto del Quinto Aguacate

Por las calles del centro en los alrededores de la plaza Bolívar voy a ver tocar al Quinto Aguacate y las Caimaneras. Suena el bajo, la tumbadora, la guitarra y la peculiar batería, con gritos, música y letras de una conciencia alucinada que canta la fantástica y comprometida banda. Están acompañados por la escena de las Caimaneras, que es un grupo performático realizado esta vez por Susana Arwas y Mirja Gottopo. El quinto Aguacate está compuesto por el artista plástico Edgar Moreno, con el bajo y voz, en las congas a Aaron Estraño, en la batería a José G. Estraño y en la guitarra a Pedro Briceño.

¿Qué esperamos de nuestras bandas favoritas, de nuestros artistas y poetas? ¿Debemos esperar un arte puramente entretenido o buscar una poética que nos corresponda en intereses y medida? En términos generales, podemos identificar dos fuerzas externas que aprisionan las libertades del individuo. Estas fuerzas son el poder del Estado y el de las empresas que producen bienes y servicios. Sin los artistas, poetas, pensadores, nos encontramos a la deriva simbólica y sin herramientas para combatir la alienación necesaria en el sistema. Es el artista, el poeta, el músico, la poesis, la que construye ese imaginario que nos permite entendernos más allá de las construcciones de la producción y normas, más allá de nuestros roles y el bombardeo de propaganda o publicidad.

El Quinto Aguacate nos canta con una tonada que suena a voz popular, pero con un contenido agudo y bien enfocado que termina caminando entre la ironía y la comedia. “Cuando viajo al Terminal de la Bandera, – me da vuelta la cabeza solamente de pensar el brollo que allí me espera (…)Y te amarran a una silla, y te zumban por la rampa rodando como nevera y llegas a un basural y te abandonan donde quieran sin ninguna identidad, sin saber de dónde vienes, solo porque eres, porque eres Venezuela”. Con conciencia nos hablan de lo que ya no vemos, porque la costumbre y la basura nos enturbia la mirada en la ciudad donde caminamos. Más adelante en la canción Bandera Caimanera dice “Que me vas a decir tu mi – si yo te tengo, yo te tengo la llave que nubla toda ilusión – Bandera, túnel del tiempo, sin baranda, solo guerra, en nombre de las estrellas, de conquistas caimaneras, clavando tu palo en tierra con fronteras. Me matas con un saludo, no quiero tus compromisos, solo guerras y matanzas, el país, los artilugios.”

Las Caimaneras hacen lo suyo mientras suena la música, con mallas negras y una caja llena de elementos sacados de la basura nos contextualizan el problema del “Arco Minero”, el desastre ecológico del nuevo proyecto gubernamental para salir del hueco fiscal producto de la corrupción. Van bailando y nos envuelven en sus redes integrando a los escuchas en una surrealista experiencia, cuando finalmente sale de la caja una muñeca de piñata hay gente que se conecta simbólicamente con la escena, con las letras, con la protesta, con el concepto de una Venezuela decadente que solo habla de ser potencia. Una señora pela los ojos y se asusta. Al golpe del tambor y la guitarra alucinada bailando con cintas de emergencia nos pescan y nos amarran como ese petróleo pegajoso que hiriendo a la tierra piensan vender a las potencias.

Termina el toque y la gente comienza a disgregarse, mientras quedo pensando que el Quinto Aguacate es la banda caraqueña que representa nuestra decadencia y cadencia, de nuestras virtudes y del peligro en nuestra ceguera por el fanatismo. Me siento correspondido, con el slang callejero y una ecléctica música, veo necesarias bandas como ésta, arte y poética como ésta, comprometida con la gente y no con empresas o gobiernos, la banda está contigo en concepto y alma, un arte necesario.


Photo Credits: Alex D Stewart

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