Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
fabian soberon
Photo Credits: emilykneeter ©

Balas

Conozco la sentencia. Imagino el ruido sinuoso de las balas, el chorro de la sangre, el dolor como un puñal invisible. Avizoro el estrépito, el rumor infame de los fusiles, el sudor antes del estruendo. Pero nada me detiene. Debo avisar a mis compañeros de la muerte.

Me siento en la mesa quieta. Busco el papel y la tinta inocente. Arremeto, lento, una carta. Anoto el nombre de Estanislao López. En un instante de falsa tregua, recuerdo el cabello indócil de mi esposa y me regocijo, en cierto modo, en la fatalidad. No sé qué escribir. Pienso en el presente y en el futuro. No pienso en nada. Por un momento, estoy solo con la muerte y conmigo mismo.

Al rato, alguien golpea la puerta.

Ya es hora, gobernador, me dicen.

Me levanto de la silla y miro a través de la ventana. Las huestes enemigas me esperan, furiosas, apuntándome con los ojos fatales de los fusiles. Hago dos pasos y me entrego.

Acompañado por los traidores, camino en calma.

Yo, Manuel Dorrego, sé, como no lo sabe nadie, que mi muerte teñirá de sangre el futuro.


Photo Credits: emilykneeter ©

Hey you,
¿nos brindas un café?