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Mario Blanco
Photo Credits: Kevin Dooley ©

Avanza una epidemia, no es el «Flu», son las redes sociales

Mi esposa leía una novela tras otra desde Coelho hasta Isabel Allende. Mis hijos estuvieron leyendo algunos clásicos en español que les fui comprando en la librería Las Américas, pues estaba yo preocupado porque en la Secundaria Básica la instrucción de literatura universal resulta muy pobre, y desde luego se circunscribe más a la canadiense y francesa por vivir en Quebec, Canadá. Para mi reflexión, pongo como ejemplos a aquellas personas más cercanas a mí, pues con ellos tengo un mayor roce. En el caso de mis hijos siento el deber de brindarles una instrucción universal, como tuve yo en mi juventud, creo, aunque en Cuba estaba permeada ideológicamente por la gran influencia soviética, y en general el otrora campo socialista.

Pero, concretamente, ¿de qué trata la epidemia que paulatinamente nos va consumiendo el cada vez menos tiempo que tenemos para el “loisir”, en nuestra apresurada sociedad? Pues de las redes sociales que se van constituyendo en una droga psicológica de entretenimiento. No soy el primero que rasga cuartillas alertando del problema, ni creo seré el último, pero debo poner mi grano de arena ante algo, para mi evidente, pero de muy difícil cura. Lo peor es que aún el mal no se ha dimensionado en potencia todo lo que pretende ser, ni tampoco ha abarcado al 100% de la población, aunque ya le falta poco, pues comienza, y es lo peor, con la niñez. Mis nietos manejan la tableta mejor que yo, y solo una porción de los adultos aun no se contagia, quizás porque la seducción de la droga implica una parte de chismografía contra la cual siempre han mantenido una barrera, o quizás porque se resisten a probar el morbo que tanto han criticado.

Dentro del género de estas drogas una de los peores es Facebook, que ha sido capaz de desdoblarse en una supuesta herramienta de trabajo para mantener unidos a amigos y familiares, pero en el cual encuentra cabida desde lo más burdo y grosero, hasta el mantenimiento de bellas relaciones amistosas. Es como el reguetón con su ritmo contagioso, pero con letras cursis.

¿Adónde iremos a llegar pues ya hoy, a mi juicio, el mal está bien enraizado? Si los padres y los gobiernos no cierran filas, el morbo social, difícil de deslindar del tumulto de información que nos llega, acabará con nuestra imaginación y conocimiento de la cultura que por años han creado las sociedades. Lo clásico irá al olvido, y la turbulencia actual social, contagiará a muerte nuestro intelecto.


Photo Credits: Kevin Dooley ©

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