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Daniel campos
Photo by: erik aldrich ©

Atesorar el último detalle

Agradezco cuando la Vida me muestra detalles sutiles en personas amadas que, al observarlos, sé que recordaré por siempre.

Mi ángel de la guarda taiwanesa y yo aprovechamos nuestro último sábado juntos en Nuyork para visitar Governors Island. Embarcamos en la balsa del muelle 10 de South Street y desembarcamos en la isla. Caminamos por todos sus recovecos y desde el punto más alto nos tomamos una foto con los rascacielos de Manhattan atrás nuestro. Tsun-Hui llevaba un lindo vestido de verano rojo. Después de tantos años de amistad teníamos relativamente pocas fotos juntos. Aquella foto sería un recuerdo especial. Pero no el último.

Regresamos en balsa al muelle 10 y ella sugirió que almorzáramos en una taberna irlandesa, The Dead Rabbit, ubicada en tres pisos de una casa antigua de Water Street. Cada piso tenía un ambiente distinto: el primero era una taberna tradicional, el segundo un bar de cocteles con algunas mesas para comer y el tercero un restaurante. En el segundo piso pedimos una mesa junto a las ventanas que daban a la calle. Ahí nos sentamos a comer, tomar birras y conversar.

Ella podía parecer una delicada angelita taiwanesa pero pidió un delicioso y calórico desayuno irlandés con papas, tomate, jamón, salchichas, pan integral y dos huevos fritos. Y sin embargo no lo comió como obrero irlandés.

Al contrario, mientras comía con delicadeza oriental me di cuenta de un detalle suyo que nunca había observado: sostenía el tenedor en su mano derecha como si fuera un par de hashi o palitos chinos. Lo apoyaba en la curvita entre el pulgar y el índice, lo presionaba levemente con el pulgar para afirmarlo y lo sostenía entre el corazón y el anular.

Cuando reparé en ese detalle sentí un poco de ternura y nostalgia anticipada al mismo tiempo.

¿Cuántos detalles más podría descubrir si continuáramos viviendo y compartiendo en la misma ciudad?”, me pregunté.

Pero Tsun-Hui se mudaría a Tokio pocos días después. Ya había empacado sus cosas y desalojado su apartamento. Aquel fue nuestro último almuerzo juntos. Y aquel último detalle observado – su forma de manipular el tenedor al estilo taiwanés– es para mí un recuerdo inolvidable que atesoro en mi corazón.


Photo by: erik aldrich ©

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