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Sergio Marentes
Photo Credits: Siaron James ©

Astros a la cena

Ahora resulta que todos tenemos derecho a hospedarnos en el espacio. Se fundó, en el papel, el primer hotel espacial para que, en lugar de cortinas, nos acompañe un color casi negro repleto de puntitos casi blancos todas las noches y días que pasemos en nuestra habitación. Estará a disposición del público en el año dos mil veintidós, pero en realidad lo estará en menos de lo que canta un gallo, ya verán. Los dueños del dinero pueden manipular a su antojo el tiempo de los pobres. Lo que no está, ni estará por mucho tiempo, todo el tiempo quizás, al alcance de la mano, es el pago de tan, nunca dicho mejor, astronómica cifra. Una noche allí vale lo que le valen cien vidas a una persona promedio. Y ni hablar de los pobres, a quienes no les alcanzaría con todas las vidas posibles para pagar tal exceso. Y si lo lograran quizás no les iría tan bien.

Podría suceder lo que le ocurrió a aquel hombre quien, por cosas de la vida, ganó el premio gordo de la lotería que, en lugar de arreglarle la vida, se la dañó. Lo primero que le pasó fue que se enfermó del corazón, luego de unos dolores de cabeza sin remedio y, por último, de tiempo. Cuando parpadeó por segunda vez ya era un viejo sin memoria. Además de que nunca pudo volver a ser lo que era por andar pendiente de firmar un papel aquí y un contrato allí. Y eso sin mencionar a su familia, que perdió casi por completo debido a la seguridad otorgada por la empresa de la lotería.

Algo así, imagino ahora que la noticia ya se enfrió en mi cabeza, sería lo que le pasaría a un pobre que, por cosas de la vida, obtuviera el boleto para ir a hospedarse en el primer hotel espacial: al ver la maravilla del universo en casi toda su extensión, sabría por primera vez que desde siempre la tuvo y que, como al dinero, nunca lo necesitó más que a la misma vida. Algo así como decir que el dinero siempre le sobró, porque siempre tuvo las mismas estrellas, y el mismo universo que los demás, pero al aire libre. Y, lo más cruel, es que, como al ganador del viaje espacial, a todos nos cuesta una vida darnos cuenta de que estamos vivos.


Photo Credits: Siaron James ©

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