Junto al cauce del río Minas un árbol recio se aferra a la roca firme. Sus gambas fuertes y raíces anudadas agrietan la peña y la penetran para nutrirse del suelo fértil y beber las aguas frescas que descienden de la montaña. Su tronco contorsionado y sus ramas gruesas se elevan hacia el cielo tropical de Atenas de Alajuela, en acción de gracias.
Bajo su amparo, dos corazones ardientes como el fuego, dos espíritus libres como el viento, nadan juntos en la poza al pie de una cascada. Juegan a aferrarse a las grietas de una roca para resistir la corriente del río. Náyade y fauno, bendecidos por los cuatro elementos, se contemplan. Ríen. Un vínculo amoroso germina como semilla y empieza a crecer como el árbol que les acoge.
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