Cuando le pregunté a una de mis amigas sobre su percepción sobre mí porque la necesitaba “de espejo”, recordé la vez que escuché a Carolina Herrera en una entrevista decir que el mejor accesorio de una mujer era un espejo de cuerpo entero. En este caso no necesitaba saber si mis zapatos combinaban con el resto de mi atuendo, sino que quería saber si cómo yo me estaba viendo por dentro era al menos parecido a cómo me podía ver alguien que me conoce mucho y con quien hablo casi a diario.
Vernos a través de los ojos de otra persona es un ejercicio que a veces puede resultar muy duro porque no siempre el reflejo que nos devolverán nos va a gustar. Me atrevería a decir que, además, los ojos de aquellos que llamamos “amigos” son de los más valiosos. Son personas que están en nuestras vidas porque así lo escogimos y que se mantienen en ella solo si nos esforzamos. Nadie nos ha obligado a estar relacionados con estas personas.
Conclusión: si los espejos sirven para vernos la cara y andar bien arreglados, los ojos de los amigos son para vernos el alma.