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Naida Saavedra
Photo Credits: Alan Levine ©

Antes vivía en el sur

Buenos días, muchachos. Bienvenidos a la clase. Tengo a todas esas caras delante de mí, prestando atención a cada movimiento de mis labios. Me miran como si quisieran saber todo acerca de mi vida. Les cuento cómo me llamo, de dónde vengo, dónde estudié, cómo llegué a Worcester. Les digo que me pueden decir doctora o profesora pero que a mí me gusta que me digan profe. Veo algunas sonrisas.

Siento las mariposas en el estómago como cada primer día de semestre. Después de tantos años me sigue ocurriendo lo mismo. Veo la lista que escribí de las cosas que haré en esta clase, y en la segunda y en las demás. Ahora estoy encargada de cuatro materias diferentes. Es el primer día de clases del primer semestre en esta universidad y el primer día del segundo mes de mi estadía en el norte. Antes vivía en el sur. Y antes de eso más al sur.

¿Y usted sabe que aquí cae nieve? Entre risas nerviosas los estudiantes me miran atentos, esperando que yo conteste esa pregunta. Les respondo que no me lo dijeron cuando me ofrecieron el contrato. El hielo se ha roto.

Abren sus ojos cuando se enteran que nunca he visto la nieve y se mueren de la risa cuando les pregunto, luego de que ellos lo mencionan, si la sal para las aceras se compra en la sección de comida del supermercado.

¡Aquí le echamos sal a la vida, profe! Escucho la palabra profe tan pronto, solo a la mitad de la primera clase de mi primer semestre, y sonrío. Me siento cómoda. Se me baja un poco el estrés y sudo menos.

Entramos en materia, discutimos el syllabus, les explico en qué consisten los trabajos que tendrán que hacer durante el semestre y los tipos de exámenes que deberán presentar. Además les indico que habrá quizzes. Pop quizzes. Veo sus caras de espanto. No veo sonrisas. Está bien. A continuación leemos en el syllabus que no habrá tarea escrita a diario; los músculos de sus mejillas vuelven a relajarse. Dando y dando.

Dejé una copia del libro en la biblioteca en reserva, muchachos. Con eso les afirmo que no hay excusa para no leer; si el financial aid no les ha llegado pueden ir a la biblioteca y prepararse para clase. Ahora empiezo a generar un poco el diálogo haciéndoles preguntas de geografía. Este es un curso sobre culturas de Latinoamérica. A partir de allí les pido que cada uno se presente y diga la conexión que tiene con algún país latinoamericano.

Mi mamá es dominicana. Escucho esa frase repetidamente junto a otra que cambia el gentilicio por puertorriqueña. Escucho además algunos nombres más como El Salvador, Colombia, Perú y Brasil. Volvemos a hablar de geografía, vemos algunos mapas en el proyector del salón de clase, seguimos conversando hasta que finalmente nos despedimos.

Vamos a dejarlo hasta aquí por hoy. Nos vemos el miércoles. Borro la pizarra, hago logout de la computadora y salgo del salón. Camino por el pasillo y trato de no tropezarme con el río de estudiantes que corre a mi alrededor. Mientras me acerco a la puerta de la próxima aula, escucho voces que preguntan cómo será la nueva profesora que contrataron. Entro al salón y solo oigo silencio. Vuelven las mariposas y el sudor frío.

Buenos días, muchachos. Bienvenidos a la clase.


Photo Credits: Alan Levine ©

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