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fabian soberon
Photo by: Richard P J Lambert ©

Anna en Akranes

Anna tiene el pelo casi blanco. Es una estudiante islandesa que dedica sus días a una tesis sobre la resistencia al aborto legal en Argentina.

Nos lleva en su auto rojo a una pileta pública en Reykjavík. El sol baña, impensadamente, las aceras grises. Nos indica que el baño previo es obligatorio y que tanto los hombres como las mujeres deben ducharse desnudos antes del ingreso.

Con pudor, nos metemos en un jacuzzi de agua caliente. En el agua, la temperatura ronda los 38 grados centígrados. El frío aire exterior es de 6 grados.

Con las nubes cerca de nuestras cabezas, inmersos en la pileta, Anna habla de su experiencia en el cono sur.

Ha vivido en Orán, al norte de Argentina. Durante varios meses ha compartido el húmedo calor del trópico salteño y ha constatado la beligerancia del machismo. Aunque no han sido hostiles con ella, Anna reconoce el vínculo intrínseco entre iglesia católica y rechazo del aborto. También se refiere, con alegría, a sus paseos por Jujuy y la vista templada de los cerros de siete colores.

Después del baño de salida, Anna nos lleva al departamento. Mientras recorremos las calles silenciosas, evoca el pasado familiar en Dinamarca (vivió varios años en la segunda ciudad de ese país) y los días en el pueblo pequeño de su abuelo paterno. El anciano ha vivido toda su vida en el villorio y se ha dedicado al comercio de zapatos. “Allí”, dice con orgullo Anna, “mi abuelo vendió y arregló zapatos. En el museo del pueblo hay una reproducción de su negocio”.

El pueblo se llama Akranes. Anna explica la etimología del nombre y pienso en el poema “Everness” y repito algunos versos. El aire frío congela los cuerpos y los versos se filtran en el aire quieto.

En Islandia, los nombres de las calles, los pueblos, las casas están armados como si fueran versos o metáforas de un poema oculto. Es como si la isla de hielo estuviera hecha de rocas y poesía.


Photo by: Richard P J Lambert ©

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