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Luis Cabrera
Photo by: Luis Cabrera ©

ANALOGÓN: La estética del error y la fotografía analógica

Desde que inició esta coyuntura sanitaria global, comencé a hacer algunos trabajos con fotografía estenopeica y analógica. Antes de esto, ambas técnicas me resultaban muy románticas y fuera de alcance por múltiples motivos. Sin embargo, en conversaciones con Rafael Delgado, docente y fundador de la escuela de fotografía del Centro cultural Eladio Alamán Sucre (Cceas), salió el tema y, aprovechado su extenso conocimiento en estos procedimientos y disponibilidad de recursos, nos propusimos darle forma y un discurso.

En contraposición a la fotografía digital, que permite ver las fotos al instante y hacer los correctivos para mejorar el próximo disparo in situ, los errores en dichas técnicas de fotografía analógica pueden resultar más frustrantes, en especial porque hay que esperar el revelado para conocer los resultados, lo que salió bien y lo que no.

Además, cuando no se aprecia el valor del “error”, se suele pensar que el tiempo, material y químicos invertidos, se perdieron. Esto hace que los errores resulten más costosos, lo que nos obliga a aprender de cada uno para que no se repita o sacarles provecho, teniendo en cuenta que los recursos se agotan, por lo que conviene afinar el procedimiento.

Sin embargo, más allá de la enseñanza a sangre y sudor, hay algo fascinante en la fotografía y es que incluso en el error encontramos una estética particular, irrepetible.

Para Susan Sontag “las fotografías son una interpretación del mundo tanto como las pinturas y los dibujos”, pero ¿qué sucede cuando nuestra interpretación es un error? ¿Acaso lo fotografiado pierde legitimidad a través de la imagen o la imagen se deslegitima por lo fotografiado? Considerando que, lo fotografiado no estará al lado de la imagen para juzgarla y desvirtuarla.

El error en la fotografía puede derivar en un proceso análogo a la plástica, donde el espectador pudiese descodificar que ese resultado, ese encuadre matizado con elementos ajenos (manchas, velos, rayaduras), es parte de la propuesta del autor.

Pero en medio de un contexto visual caótico, superficial, saturado de imágenes como el que vivimos ¿es posible que el espectador llegue a esta interpretación? Quizá dependerá del cuerpo de trabajo del fotógrafo (y del background del observador). Por lo que debemos tener en cuenta dónde y a quién le estamos hablando a través – del texto visual – de la imagen fotográfica.

Y estábamos advertidos. Hace más de cuatro décadas, Susan Sontag anticipó este momento: “Muchos profesionales temen ahora que esa estrategia populista haya ido demasiado lejos y el público olvide que la fotografías es, en suma, una actividad noble y exaltada: en pocas palabras, un arte”.

La fotografía merece respeto, por su gran capacidad de comunicación e influencia, aun cuando las masas insistan en banalizarla con sus ligerezas y culto al cliché. Dicho de otro modo, cada foto funge como un canal por el que el autor envía un mensaje, un hecho, una reflexión.

Desde el cuarto oscuro, con el aroma del ácido acético, supervisado por la expectativa de que emerja la imagen latente, me acompaña la certeza de que cualquiera que sea el resultado será algo único e irrepetible.


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