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Luis Cabrera
Photo by: Luis Cabrera

ANALOGÓN: Caminando entre almas

Nuestra cotidianidad se encuentra enmarcada en una relación estrecha con la virtualidad. Cada vez pasamos más tiempo frente a una pantalla, contemplando un universo paralelo de contenido, a veces interesante, a veces solamente entretenido, pero con la capacidad de absorber nuestra atención y abstraernos de un plano físico que continúa existiendo e igual demanda tiempo.

Byung-Chung Hal, ensayista y filósofo surcoreano, quien para muchos es considerado uno de los pensadores más destacados en la actualidad, hace una reflexión sobre este fenómeno cuando señala que “hoy el mundo se vacía de cosas y se llena de una información tan inquietante como esas voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeiza el mundo. También suprime los recuerdos. En lugar de guardar recuerdos, almacenamos inmensas cantidades de datos”.

Los recuerdos, esos rincones de nuestra memoria que solíamos avivar a través de la fotografía en un álbum, también quedaron secuestrados en la dinámica volátil de la digitalización. Buscamos esa foto que deseamos volver a ver haciendo “scroll” frenéticamente como si se ocultara de nosotros, como si nos evitara por venganza a dejarla naufragando en ese mar de píxeles incorpóreos.

En medio de nuestras conversaciones cotidianas hacemos mención de algo interesante que vimos o escuchamos en un video, y solo queda la anécdota, no hay una referencia física de ello. A diferencia de cuando ese contenido está latiendo sobre las páginas de un libro. Esa corporeidad es una experiencia que se desdibuja frente a nuestra mirada cómplice.

En lo artístico vemos con asombro como a través de inteligencia artificial (AI) con solo escribir un breve texto un software es capaz de hacer una obra digital, por lo que nos cuestionamos sobre si estamos frente a una obra, o si el autor tiene un crédito sobre ese resultado. Son tiempos convulsos.

La humanidad apunta a un metaverso, un mundo irreal, que promete tener una vida que no pudiésemos transitar en el mundo real, en ese contexto la corporeidad es una incomodidad, una gran limitante.

La digitalización y la virtualidad ofrecen experiencias con las que antes solo podíamos fantasear, es injusto e irresponsable satanizar este fenómeno. Tampoco podemos lanzarnos del tren tecnológico y caer bajo los rieles. Es tiempo de plantearnos una coexistencia sana y equitativa entre ambos planos, porque si hay algo de lo que estamos seguros que no se detiene en el mundo real es el tiempo.


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