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Anabella Escobar

Anabella Escobar: la violencia doméstica no discrimina

NUEVA YORK: La violencia obligó su familia a dejar El Salvador, país en el cual nació. Huían de una guerra civil que ha dejado estelas de sangre en el pasado del país centroamericano y heridas que todavía tardan en cicatrizar. Anabella Escobar, actual directora ejecutiva del New York City Family Justice Center, un Centro a través del cual la Alcaldía de Nueva York ofrece ayuda a las personas que son víctimas de violencia doméstica, transcurrió parte de su niñez en Nicaragua y luego se mudó con la familia en Estados Unidos.

La cercanía con el dolor en ese tránsito obligado de un lugar a otro le ha despertado una gran sensibilidad hacia los dramas de los demás y desde que era una bachiller luchando con los retos de un nuevo idioma y una nueva vida, supo que su vocación era la de ayudar a los demás. Con una madurez que poco le permitió vivir los desmanes de la adolescencia, Anabella se volcó a estudiar a sabiendas que era el único camino que podía permitirle ser la profesional que deseaba ser. Gracias a la ayuda de sus maestros y de su consejero a quienes recuerda con gratitud y cariño, obtuvo una beca en una Universidad privada de Upstate, luego otras para seguir los estudios de dos maestrías en Nueva York, siempre en el área de Psicología. “Siempre me ha interesado entender el comportamiento de las personas, conocer los mecanismos que nos llevan a hacer lo que hacemos”.

Sus primeros pasos en el mundo del trabajo los desarrolla en la Asociación de Salud Mental para niños y jóvenes. “Mi tarea consistía en lograr que esos niños se integraran dentro de la comunidad. En ese momento entendí que muchos de ellos con problemas de conducta serios que podían desembocar en suicidio u homicidio, vivían en hogares con violencia doméstica. Entendí que era importante ayudar a las familias, conectarlas con personas que pudieran ayudarlas y poco a poco me fui metiendo más y más en el mundo de la violencia doméstica. En 2005 decidí que ese era el campo en el cual me quería especializar y apliqué para ser directora de un refugio para víctimas de violencia doméstica en el Bronx”.

Anabella confiesa que esos primeros tiempos como directora de un Refugio no fueron nada fáciles.

Estaba todavía en mis 20 y era un cargo de gran responsabilidad pero aprendí muchísimo. Llegaban, en su gran mayoría, mujeres con niños y fui conociendo más y más la complejidad del problema. No es fácil decidir cortar con todo y quedarse en un refugio. Significa empezar una nueva vida y las personas que viven esa situación necesitan de mucho apoyo. Entonces empecé a estudiar las distintas formas que podíamos desarrollar para ofrecer una ayuda integral, tanto a los adultos como a sus hijos -.

Su trabajo es tan positivo que le dan la oportunidad de abrir y dirigir otro Refugio en Manhattan que actualmente es el más grande de la ciudad. Tras seis años como directora de estos dos Refugios siente que ha llegado el momento de hacer más todavía y aplica para un cargo en el Centro de Justicia Familiar de la ciudad de Nueva York.

Comencé como subdirectora y hace ocho meses obtuve el cargo de directora ejecutiva.

Son cuatro las directoras ejecutivas quienes trabajan directamente para la Alcaldía de Nueva York y su responsabilidad es muy grande.

Contamos con la colaboración de ochenta voluntarios quienes vienen de 21 diferentes organizaciones comunitarias y ofrecen ayudas de distinto tipo. También, basándonos en nuestra experiencia, promovemos iniciativas para mejorar la legislación y damos indicaciones a la Alcaldía sobre como enfocar la ayuda económica y legal. Por ejemplo logramos que aumentaran los días en los cuales las víctimas pueden quedarse en los refugios. A veces, cuando existe el peligro de acoso, y persecución, para ayudar a las víctimas, les permitimos hacer sus declaraciones a los Tribunales desde aquí.

 

¿Cuáles son las ayudas que ofrecen a quienes acuden a este centro?

Son muchas. La persona que llega al Centro es recibida por un consejero quien, tras estudiar su caso, le ofrece información sobre toda la ayuda que puede recibir. Ofrecemos asistencia legal en todas las ramas, terapias psicológicas, ayuda en la búsqueda de trabajos, talleres de diferente tipo y consejos para quienes deseen terminar o profundizar sus estudios, cursos de yoga, meditación, de computación. Los maltratos no son solamente físicos sino también psicológicos y muchas de las personas que llegan aquí tienen una autoestima tan baja que no se atreverían a cursar esos mismos estudios en otra parte. Contamos también con asesores financieros quienes les enseñan a manejar su presupuesto y a mejorar su historial de crédito-.

 

¿Los inmigrantes ilegales también tienen la posibilidad de acudir a este centro?

Este servicio está dirigido a cualquier persona que lo necesite. No importa el estado legal, es más, muchas veces esos inmigrantes pueden optar por una visa humanitaria y para eso cuentan con la ayuda de nuestros legales. En algunas oportunidades detectamos casos de víctimas de tráfico humano y ellos tienen todo el apoyo que necesitan.

 

¿Hay muchos casos de tráfico humano? ¿Cómo los detectan?

Tenemos un Centro en Queens en el cual hay personal especializado para detectar esos casos. Esa área de la ciudad es la que tiene mayor cantidad de víctimas de tráfico humano, una de las razones es que allí hay una gran concentración de inmigrantes de todas partes del mundo. Son situaciones muy delicadas y el consejero antes que nada tiene que ganarse la confianza de la víctima, luego le hace una serie de preguntas que le permiten detectar si se trata de maltrato o de tráfico humano.

 

Las víctimas más frágiles en los hogares violentos son los niños quienes muchas veces, de adultos, se transforman en víctimas o en victimarios. ¿Qué programas hay para ellos?

Tenemos muchos programas para niños ya que la mayoría de nuestros clientes llegan con los hijos. En Manhattan el 60 por ciento de quienes acuden a este centro llegan con sus niños o adolescentes. Para los más pequeños hay terapias, consejeros especializados que logran hablar con ellos y les enseñan a regular sus emociones, sus comportamientos, a entender lo que está pasando en su hogar y, si han dejado la casa para ir a vivir en un Refugio, a sobrellevar esos cambios. Los esfuerzos están dirigidos a evitar que ese niño se transforme en un adulto maltratado o maltratador porque lamentablemente muchas veces el ciclo se repite. También tenemos un programa específico para adolescentes. Organizamos terapias de grupo porque de esa manera entienden que lo que está pasando en sus hogares pasa también en muchos otros. Esos grupos han resultado muy eficaces porque los jóvenes hablan de sus emociones, de cómo se sienten al ver a sus padres peleando y al tener que vivir en medio de la violencia. Son charlas que los ayudan y se ha demostrado que tienen un impacto positivo en su futuro.

 

 

En Europa una de las primeras causas de muerte de las mujeres es la violencia doméstica. ¿Aquí es lo mismo?

No tengo datos confirmados para el 2015 pero el año pasado en la línea de emergencia de la ciudad, el 311, llegaron más de 85mil llamadas denunciando casos de violencia doméstica, eso equivale a una media de 230 llamadas al día. De esas 7mil fueron hechas para pedir informaciones sobre los Refugios. La policía respondió a más de 74mil incidentes debidos a violencia doméstica. Son cifras muy altas. El aspecto positivo es que en los últimos 10 años han disminuido los números de homicidios relacionados con la violencia doméstica. En 2014 fueron 63 y el año pasado 49. Nosotros pensamos que eso se debe a la campaña de información que hemos implementado para crear consciencia en los distintos sectores de la comunidad.

 

¿Cuándo las personas tienen que dejar los refugios seguros qué alternativas tienen para evitar el acoso y las amenazas de quienes dejaron?

Hay subsidios específicos para las víctimas que tienen que dejar los refugios y quieran alquilar un nuevo apartamento. También hay casos en los cuales los remitimos a otros refugios que son públicos.

 

¿Y no corren peligros al salir de lugares protegidos?

Nosotros nos ponemos en contacto con el personal del otro refugio para que sepan que tienen que mantener la confidencialidad y un particular nivel de cuidado. 

 

Entre las personas que son víctimas de maltrato y de homicidios hay etnias más vulnerables que otras?

No hay un estudio específico según etnias pero en la comunidad afroamericana el índice de mujeres asesinadas a causa de la violencia doméstica es el más alto.

 

¿Cuáles programas han desarrollado para informar la comunidad de los servicios que ofrecen?

Estos centros de justicia están abiertos siempre y cualquier persona puede venir y pedir ayuda. Además vamos a las distintas comunidades y damos talleres, difundimos las informaciones. A veces entramos en los salones de belleza y hablamos con las mujeres que están allí. Hacemos un trabajo muy detallado para que todo el mundo sepa que puede encontrar ayuda, que esa ayuda es gratuita y que la ciudad no los deja solos. Pueden venir o sencillamente llamar al 311. También nos enfocamos hacia la prevención porque creemos que para combatir la violencia doméstica hay que prevenirla. Tenemos una academia de relaciones saludables enfocada específicamente hacia los jóvenes. Sabemos que el 72 por ciento de los preadolescentes de 12-13 y 14 años, estudiantes de octavo y noveno grado, tienen una relación. Para ellos tenemos programas que prevén charlas con otros jóvenes quienes utilizan su lenguaje para explicarles la importancia de la comunicación dentro de una pareja. Al mismo tiempo hay talleres y charlas dirigidas a maestros y padres y muchas las hacemos en español.

 

¿Cómo es la participación de la comunidad latinoamericana a esos programas?

La comunidad latina está muy abierta a recibir informaciones. A veces los encontramos en las iglesias y en otros lugares en los cuales se reúnen. Sabemos que para muchos de los que están en las iglesias el tema del divorcio es prácticamente tabú y que para otros también lo es el de dejar el hogar pero nosotros tratamos de hablarles respetando sus ideas pero conscientes de que lo importante es que sepan que existimos, que existen muchos programas que pueden ayudarles. Y el cambio es visible, yo misma soy testigo de cómo ha ido cambiando la consciencia de las personas a lo largo de los últimos años. Ahora ya se habla abiertamente de abuso doméstico y de violencia doméstica. El hecho de que hayan disminuido los homicidios y paralelamente hayan aumentado las llamadas al 311 muestra que las personas ya no sienten miedo y desconfianza en el momento de pedir ayuda.

 

¿Qué porcentaje de latinoamericanos acude a los centros de justicia?

En Manhattan el 42 por ciento de las personas que vienen pidiendo ayuda son latinoamericanos, el 30 por ciento afroamericanos y el 20 son blancos. Esos números crecen en condados con fuerte presencia de latinos como el Bronx y Queens.

 

En algunos casos las mujeres no acuden a la policía porque temen ser víctimas de mayores abusos en las comisarías. Hay policías hombres que se burlan de ellas y no les dan la atención que merecen.

Desde hace unos años, establecimos una relación de colaboración con la Policía de Nueva York. Aquí tenemos a dos oficiales entrenados para ayudar y orientar a las víctimas de violencia doméstica. Ellos pueden hacer los reportes de las denuncias directamente desde el Centro de Justicia. Y en todos los precintos de la policía hay dos oficiales que están específicamente entrenados para enfrentar los casos de violencia doméstica. Sabemos que se necesitarían más pero antes no había ninguno con esas habilidades. No es fácil enfrentar un caso de violencia doméstica, hay riesgos y a veces no se entiende bien quien es la víctima. Nosotros damos también charlas a los policías y la idea es llegar a trabajar conjuntamente para lograr los mismos objetivos.

 

¿La violencia doméstica se nota particularmente en las clases más pobres o es generalizada?

En realidad la violencia doméstica no discrimina. He visto a personas de todo nivel social y de educación. Aquí llegan profesionales, hasta diplomáticos. Parece increíble pero para esas personas es más difícil denunciar porque les da pena admitir que a pesar de sus estudios y situación social son víctimas de violencia doméstica. Muchas veces no vienen a estos centros porque tienen disponibilidad económica para pagar los servicios especializados. 

 

¿Cómo explicas que, a pesar de las amenazas y a pesar de conocer la posibilidad de ayuda, muchas mujeres vuelvan a sus hogares? ¿Esos casos no les generan frustración?

 

De hablar pausado y calidez maternal Anabella Escobar tras dedicar su vida entera a las personas víctimas de violencia doméstica, ha enfrentado todos los retos de una profesión tan delicada, con seriedad profesional y creatividad, pero sobre todo con una gran dosis de comprensión. Profunda conocedora del alma humana no juzga ni obliga, sabe que cada uno tiene que tomar sus decisiones en libertad. Y reafirmando ese respeto nos dice:

 

Sabemos que para muchos puede parecer frustrante el hecho de que haya tantas personas que deciden volver a sus hogares a sabiendas de que van a seguir siendo víctimas de violencia. Pero nosotros sabemos que ese paso es muy difícil, hay que enfrentar muchos miedos y a veces las personas vienen y regresan a sus casas hasta siete veces antes de tomar una decisión definitiva. Nosotros estamos muy pendientes de ellas porque sabemos que en esos pasajes de ida y vuelta es cuando aumenta el riesgo de maltratos graves porque la otra persona siente que está perdiendo el control. El abuso y la violencia aumentan, los maltratadores se vuelven más peligrosos y crece el riesgo de homicidios. Nosotros somos muy honestos y cuando vemos que ese riesgo es alto lo decimos y ofrecemos varias soluciones, pero es uno el que tiene que tomar la decisión final y hay que aprender a respetar esas decisiones. Nosotros sabemos que cada palabra que decimos a una víctima de maltrato no es en vano y no se pierde en la nada. La semilla queda, a veces toma tiempo para que germine, pero allí está y eso es lo más importante. En este contexto las palabras éxito y fracaso tienen significados diferentes. El nuestro no es un trabajo como otro, se trata de ayudar a seres humanos frágiles, muchas veces con poca autoestima, a recuperar sus vidas y seguir adelante. Cualquier pequeño paso en esta dirección es un gran éxito.

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