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Daniel Campos
Photo Credits: Dennis Skley ©

Amor Clarice en Prospect Park

Huyendo del calor he buscado la sombra de un roble en Prospect Park y me he acostado sobre el zacate. Quiero acabar de leer A Hora da Estrela de Clarice Lispector. Con los libros de ella siempre me ha sucedido alguna vicisitud y los he terminado por amor a sus letras.

Água Viva lo compré en una librería universitaria de la Praça da Sé en São Paulo. Lo empecé a leer de inmediato. Pero esa noche andaba distraído en las cercanías del estadio Morumbí y me asaltó un muchacho armado y lleno de ira en los ojos. Se llevó el libro y mi cuadernito de apuntes en mi salveque viejito y maltrecho.

Espero que el rapaz haya leído el libro y sacado sus apuntes en mi cuadernito. Fue lo único que se llevó. Yo no andaba con dinero ni celular. Pero el contenido de la novela era invaluable. Se llevó un tesoro, legado de Clarice, que yo le hubiera regalado si me lo hubiese pedido. Me dio pena por él ver tanta rabia acumulada en tan pocos años. Al día siguiente regresé a la misma librería universitaria, compré la misma edición y terminé de leer Água Viva.

A Paixão segundo G.H. la compré en otra librería del centro de São Paulo. La empecé a leer en el bus al aeropuerto de Congonhas. Iba a agarrar un vuelo a Belo Horizonte para ver a Costa Rica jugar contra Inglaterra en el estadio Mineirão durante el Mundial de Fútbol del 2014.  Y dejé mi copia recién abierta de la novela en el asiento del mismo bus. Entonces la compré de nuevo en una librería de Belo Horizonte. Cuando le pregunté por Paixão, el librero notó mi acento español y me preguntó por qué buscaba libros en portugués. Le dije que me encantaba su lengua y leer literatura era una forma de conocer su cultura y su gente. Se alegró tanto que me dijo: —Al menos puedo decir que vendí un libro por el Mundial. No fue solo FIFA, cerveza y Coca-Cola.

A Hora da Estrela también la compré en la librería universitaria de la Praça da Sé. Pero la empecé a leer mucho tiempo después en la playa de Ponta Negra, en Natal. Al día siguiente, la llevé a la playa Cotovelo en las afueras de la ciudad. Y mientras caminaba por las piedras de la punta me cayó encima un aguacero tan fuerte que se empaparon los contenidos de mi salveque, incluyendo mi copia de Estrela. La tuve que secar abriéndola página por página. Quedó toda crujiente y deforme, pero con personalidad.

Sin embargo tuve que hacer una pausa en la lectura por viajes y ajetreos y me quedé a medio palo con la trama por mucho tiempo. Quizá inconscientemente sospechaba un desenlace trágico para el amor de Macabéa en Estrela y no andaba yo para leer tragedias. Pero finalmente he logrado acostarme a la sombra de un roble brooklyniano a terminar de leer la obra, aunque duela el desenlace. Clarice, cuando escribía en Río de Janeiro, no habría podido sospechar siquiera las peripecias de un tico, décadas después, por leer sus novelas.

Y he traído al parque también mi cuadernito de apuntes, el que compré después del asalto. El 19 de junio del 2014 escribí estas palabras que ahora, más de tres años después, me parecen aún más significativas:

…A minha única salvação é a alegria (…) Recuso-me a ficar triste. Sejamos alegres (…) Estou sendo alegre neste mesmo instante porque me recuso a ser vencida: então eu amo. Como resposta. Amor impessoal, amor it, é alegria: mesmo o amor que  não dá certo, mesmo o amor que termina.

Me hubiese gustado conocer a la mujer que escribió esto. Pero he intentado entender su sensibilidad. Y puedo conocer a las personas que entienden lo que escribe porque lo sienten y les llega y son alegres amando a las personas y los lugares presentes. Aman la Vida con amor alegre. Amor libre proveniente de su libertad interior. Amor it. Amor Clarice.


Photo Credits: Dennis Skley ©

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