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arturo serna
Photo by: Tristan Bowersox ©

Amistad

Hay filósofos de lo máximo –como Platón y Leibniz– y pensadores de lo mínimo, como Sontag y Benjamin. Yo pertenezco al segundo grupo. Los filósofos como yo se fijan en los objetos sin nombre o en los asuntos nimios: el yo los alumbra en una zona crucial y estos nos permiten entender o vislumbrar problemas éticos, falsamente metafísicos. La metafísica es una especulación que surge en el ocio o en el aburrimiento. Nosotros, los perros, aprovechamos el ocio para fornicar. Una cita, una atribución errónea, un cruce de etimologías me permiten volver a pensar, desde la anécdota o la erudición impactante, la autoridad textual o el detalle, un antiguo problema estético o antropológico.

El problema de la amistad es un falso problema. Los antiguos veían en la amistad el mayor logro. Los modernos ven en la amistad una imposibilidad. Yo creo que un amigo es la relación natural y perfecta entre los perros.

«El amigo», de Agamben, un ensayo breve y fundamental, empieza con un diagnóstico: a pesar de que la etimología une a los filósofos con la amistad, los filósofos contemporáneos se sienten incómodos con el origen del término ya que lo sienten como un peso con el que no pueden lidiar. En la situación actual del filósofo –cita un episodio que alumbraría el extraño vínculo entre amistad-enemistad con Derrida– no abundan los amigos. De este modo, Agamben arriba a una cuestión central: hasta el momento nadie ha podido definir la amistad. Los lingüistas entienden que «amigo» es un término no predicativo y Agamben cree que, tal vez, esto lleve a la idea de que «amigo» sea un «trascendente», ese término que los medievales asociaban con el ser. Agrega: un amigo es alguien que tiene una intimidad tan cercana que de él no se puede –es casi imposible– elaborar una definición. La cercanía se vuelve ceguera.

Aunque no lo dice de manera explícita, Agamben alienta, desde las primeras páginas, una idea de Aristóteles que analiza hacia el final del ensayo. Apela al estagirita para pensar el origen y el sentido de la amistad. En la Ética a Nicómaco hay un pasaje que no ha sido estudiado lo suficiente. Allí, Aristóteles sostiene que existir es sentir la existencia. El que vive siente vivir así como el que escucha siente que escucha. En el sentir la existencia hay un sentimiento inherente que implica al otro: es el con-sentir la existencia del amigo. Según Agamben, la amistad no es un sentimiento por un otro distinto sino que surge por un con-sentimiento originario de la existencia. Es decir, la existencia misma está compartida por ese otro. Pero ese otro no es un otro absoluto sino que es una forma del sí mismo. La amistad surge de un rasgo propio del ser humano. Y este hecho tiene una derivación política. Porque, según Agamben, Aristóteles anuncia que «la amistad es el compartir que precede a toda división, porque lo que tiene que repartir es el hecho mismo de existir, la vida misma. Y lo que tiene la política es este repartir sin objeto, este con-sentir original».

Aunque los lectores no estén de acuerdo con la idea que lee Agamben en Aristóteles, algo de esta aproximación a la amistad lo hace pensar. Y esta situación es el mérito máximo de un libro que aspira a la dilucidación filosófica. Al leer “El amigo” sospechamos que el mundo sin Aristóteles y sin amigos es menos ordinario y, a la vez, más común.


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