NUEVA YORK: Un amigo cercano estuvo retenido un tiempo considerable en la aduana para entrar a los Estados Unidos. Venía de Argentina, vía Miami y su nombre, lamentablemente, es el mismo de un reconocido narcotraficante, así que le ha tocado acostumbrarse a la situación, hasta que después de unas horas, entre una y nueve dependiendo del día, el oficial determina que mi amigo no es el narcotraficante y lo deja entrar, sin disculpas ni explicaciones, bienvenido, le dice.
Después de la última experiencia, mi amigo decidió tomar una actitud parecida con la gente que conoce en la ciudad y cuando invita a su casa, decide implementar un cuestionario similar al que han utilizado con él las últimas 6 veces que ha ingresado al país. Este es un ejemplo real, de cómo se desarrolla esta conversación.
– Hola, ¿Quieres venir a mi casa?
– Ahí nos vemos ¿a qué hora?
– ¿A qué quieres venir a mi casa?
– A lo que sea, tomarnos algo. Tu me dirás.
– ¿Yo te diré?
– Si ¿no?
– ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en mi casa?
– Hace dos semanas.
– ¿Y viniste de placer o de negocios?
– No entiendo.
– ¿Qué si viniste de placer o de negocios?
– ¿De qué hablas? Fui a jugar FIFA.
– ¿Traes drogas contigo?
– No.
– ¿Alguna vez has formado parte de un grupo terrorista?
– Dime a que hora voy a tu casa.
– ¿Estás evadiendo la respuesta?
– Que coño me estás diciendo. No entiendo esta conversación.
– No deberías alterarte.
– NO SOY TERRORISTA.
– ¿Y has pertenecido a alguna secta, o grupo religioso?
– Creo que no puedo ir a tu casa.
– Ok.
Mi amigo no tiene demasiados amigos. La fórmula no funcionó bien, porque su casa es pequeña, la comparte con 2 compañeros y tiene una peste a pescado que nunca ha podido difuminar. Como consecuencia decidió sólo ofrecer cervezas. Ayer recibí su llamada, el sábado seguramente brindaremos.
(Photo – August 23, 2009 – Source: Chris Hondros/Getty Images North America)