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Aminta de Lara
Aminta de Lara

Aminta de Lara en el Teatro LATEA

La reconocida dramaturga y directora Aminta de Lara presentará su obra Cradle Song o La Renuncia el próximo miércoles 28 de marzo a las 7:00pm en el Teatro LATEA.

La obra narra la historia de Frida, quien vive sola en un apartamento en la costa de La Florida y sufre un accidente que la deja en una silla de ruedas.

Anne debe llegar para ayudarla, y en su lugar envía a María, una extranjera, en busca de un lugar donde alojarse. El encuentro pondrá de manifiesto la esencia de la libertad al punto de contemplar el suicidio como el último acto consciente de liberación.

La escritura de Aminta de Lara es densa, profunda. A continuación publicamos un fragmento de la última obra en la que está trabajando. Su título es: «Esperanza y Anhelo».

Un día, sin aviso, los colores de las cosas y las gentes comenzaron a  atormentarla con una intensidad que le perforaba la vista. La cercanía de cualquier cosa, y sobre todo de cualquier ser vivo, como latigazos certeros, se hundían en la carne viva en que se había convertido su cuerpo.  Los susurros, la respiración, la brisa sobre la brisa misma,  eran taladros perforándole el tímpano sin piedad alguna. No encontraba solaz en el silencio por que el silencio también se oye.

A partir de ese día comenzó a coleccionar plumas de todos los colores y formas. Algunas las encontró ella misma, otras se las regalaron los que la quisieron pensando entonces que la aliviaban. Comenzó por colgárselas de la ropa como medallas de militar de cuento de país tropical encendido en contradicciones. Sentía que la protegían del dolor al desnudo.

Se las colgaba como aretes multicolores dando la impresión de un ser de otros tiempos,  unida a la tierra. Pocos notaron que la mirada se le fue trasformando en lanza. Con ese acto guerrero se inventó  que espantaba el dolor que le causaba sentirlo todo tan de cerca. No la calmaba del todo, pero se mitigaba un poco  la intensidad. 

Como tampoco dormía,  pues en los sueños los sentidos se exacerban y se vuelven más abstractos, más reales, reflejo fiel de aquello que antecede la palabra, decidió hacerse una capa que la protegiera. Esta vez no notaron que el cuerpo se le volvía  espada. 

Se dio a la tarea de recorrer parques, montañas, ríos, calles, cementerios, quebradas, recogiendo  plumas vestida de militar de país tropical encendido en contradicciones, mirada lanza y cuerpo espada.

La recolecta fue obra difícil porque se necesitaron miles de miles de miles de plumas diversas para ir disponiendo la capa protectora que habría de protegerla de los sueños, pensaba ella.  Capa que tenía más bien talla de príncipe a la espera de ese  momento en que, entre manto, lanza, espada y corona,  se encuentra motivo para la guerra.

En esas andanzas se tropezó un día con la jaula más grande que jamás hubiera visto. Dentro, un águila arpía, quieta, hermosa, imposibilitada para el vuelo por designios de otros. Aparentemente digna y silenciosa. Fue como encontrarse.

La observó durante  horas. Se sintió de pronto frente al abismo  buscando plumas para el alivio, llena de plumas para el alivio.

De repente la brisa sopló contundente y del cuerpo erguido y solemne de esa ave prisionera brotaron plumas de todos los tamaños, formas y colores.

Reverente se quedó quieta, esperando que el viento se las regalara. Siendo consciente de que era ofrenda inadvertida de esa hermana nueva, de alma, en un acto sagrado desconocido para ambas.

Las fue recogiendo una a una hasta que recubrió de ese encuentro emplumado su capa casi príncipe para aliviar los sueños.

Una vez vestida, con su mirada lanza y su cuerpo espada, comprendió el sentido irreversible de su mirada lanza y su cuerpo espada. Y con un solo movimiento certero reventó las rejas de la jaula inmensa. Se quedaron quietas, una frente a la otra. Al rato, al unísono, aletearon ambas recordándose que volar es un deseo. Posibilidad en una,  interpretación y anhelo en la otra.

El águila arpía no necesitó de mucho esfuerzo para saber qué y cómo hacer para emprender el vuelo. Pero antes de partir danzó con fuerza un rato largo y amoroso dejando caer miles de plumas por doquier para garantizarle un futuro de capas seguras. 

La vio partir, no se despidió, no le agradeció. Más bien se hizo ovillo de plumas nuevas entremezcladas con las otras, las de ella. Y por decisión propia se internó en la jaula inmensa, se posó sobre una rama seca y desde entonces quieta deja pasar el tiempo.

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