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Americana de Pedro Medina Leon
Americana de Pedro Medina Leon

Americana de Pedro Medina León

Ha vuelto el Comanche. Ya extrañaba sus aventuras, las peleas con Mariolys por el child support, el Yanki, el Cara de Jeva, el Danger, todos entrañables. En Americana (Sudaquia Editores, 2019) Pedro Medina León desarrolla un capítulo más de la historia del detective desempleado, experto en los bajos mundos de Miami. El Comanche regresa a las andanzas para resolver un crimen sin estar adscrito a ninguna oficina policial, esta vez por una simple razón: quiere la plata que no le pagaron en el trabajo honesto que realizaba. Descubrió que de honesto no tenía nada el dueño, Juan José De Lamadrid, y comienza a escarbar los detalles sucios. Al mismo tiempo, hay una historia que se remonta a finales de 1958 en la que resalta un grupo de rebeldes en el sur de Florida que pretende derrocar a Fulgencio Batista. Las conversaciones ocurren en un chalet, lugar en el que se desenvuelve la aventura actual del Comanche. Todo esto lo hace Medina León con una técnica bien trabajada y propia. Incluye capítulos muy cortos que podrían llamarse viñetas, escenas aisladas que sumadas conducen a la compresión del suceso total en ambas épocas. También escuchamos la televisión con las Breaking News sobre el huracán Andrea que se avecina y leemos los artículos del Wild Cat en la revista Revólver, editada por escritores y periodistas indocumentados en Miami Beach.

Americana es una gema, más lo es si pensamos en las otras novelas de Medina León, Marginal (Sudaquia Editores, 2018) y Varsovia (Sudaquia Editores, 2017) y entendemos el noir tropical. La sordidez de los recovecos de Miami sale a relucir dejando que brille la pericia del Comanche para sobrevivir y llevar a cabo sus investigaciones. La técnica de Medina León, sin embargo, hace que esta vez me concentre el narrador. Su voz queda opacada por la del Comanche pero aquí vengo yo para dedicarle esta reseña.

Lo mencioné cuando escribí sobre Varsovia: el narrador es una persona de Miami, cuyo lenguaje se oye a través del vocabulario, de la jerga única del sur de Florida. Es miamense. En Americana el narrador ha evolucionado puesto que moldea su léxico según el personaje que se resalte en cada capítulo o viñeta. Eso me tomó por sorpresa. Algo me hacía cosquillas en el oído y no sabía qué era hasta que me di cuenta que se trataba de la voz camaleónica del narrador.

Los personajes de Americana provienen de varios países de habla hispana y comparten el territorio de la ciudad de los colores pasteles. Aunque el español se pinta con gotas del inglés, se nota la procedencia de los hablantes. El narrador se les une y establece una comunicación pareja. Al advertir esto, agarré un bolígrafo y empecé a escribir comentarios en las páginas del libro porque yo no creo en eso de que hacer notas en los márgenes daña un libro. Por el contrario, se expande el diálogo.

Capítulo 18: “Quería tener sus chamos y que los carajos pudieran ir a su oficina y estar orgullosos de él” (69). El narrador comenta sobre José Juan De Lamadrid, personaje venezolano y sobresalen los chamos y los carajos.

Capítulo 40: “En Miami se encontraron porque el mundo más que un pañuelo, coño, era arrecho” (163). El narrador también comenta sobre De Lamadrid, como en muchos otros capítulos de la novela. Ese arrecho no forma parte del dialecto peruano, el cual habla el Comanche, sino que forma parte del dialecto venezolano. El narrador sabe cómo y cuándo usarlo.

Capítulo 19: “His mom always se dedicó a la casa […] so él no tenía a nadie en Cuba”, “He showed her a couple of pictures more de sus viejos que tenía en la mesa de noche” (71). Aquí el narrador habla del Yanqui, el personaje que más hace code-switching en la novela, al hacerlo también participa del cambio de registro.

Capítulo 23: “Además, el cabrón ese estaba estafando a la raza, así que se las vería con él también” (90). Aquí se destaca al Danger, personaje de origen mexicano. El narrador usa la palabra cabrón y va más allá del mero dialecto, introduciéndose en un discurso político al usar la raza como concepto de unidad entre los mexicanos.

Así está colmada de ejemplos la novela de Medina León, cuestión que enfatiza la destreza del autor con el uso de los dialectos y el sabor de la lengua desarrollada en Miami, que no es producto solo del encuentro del español y el inglés, sino de muchas y variadas formas del habla hispana. Ahora bien, tengo que recalcar además que el narrador cambia el tono e incluso la formalidad de su discurso en los capítulos donde se narra la historia de 1958. El narrador es mucho más moderado, no incorpora el inglés, se convierte en un hablante muy neutro.

“Delia y la Actriz hacían un recuento de lo recaudado en la semana y CIndo los actualizaba con los últimos sucesos en la isla” (45).

“En el tramo Miami-Varadero, a mitad de camino, una comitiva de los rebeldes los aguardaría en el punto señalado en rojo en el mapa” (121).

“El olor del café que Delia preparó en el fogón se apoderó de la pieza de paredes color verde olivo” (167).

La narración me sitúa en la época y el espacio para ir hilvanando los detalles de la obra. De este modo paso de una viñeta a otra, de una escena a otra, pero no de la mano del Comanche, sino acompañada del narrador. Me va explicando todo y conversando en el idioma que comparte con los protagonistas de las historias que convergen y se establecen en Americana. ¿Volverá el Comanche? Quedo a la expectativa, emocionada. Mas aún, quedo a la espera de la próxima entrega de Pedro Medina León y la destreza de su pluma.


Photo: extracto de la portada del libro «Americana» de Pedro Medina León

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