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daniel campos
Photo by: Ellen Munro ©

Amanecer es renacer

Me desperté al alba pero me entretuve dormitando en la hamaca, bajo el almendro, mientras los tordos cantores (Dives dives) y soterrés nuquirrufos (Campylorhynchus rufinucha) le cantaban su bienvenida al día.

Cuando abrí los ojos para mirar el amanecer hacia el este de La Libélula de Tárcoles, el Sol ya se había elevado unos veinte grados sobre las cumbres de las montañas de la cordillera. Su luz iluminaba al Cerro Turrubares con una resplandor blanco. Me sorprendió este amanecer más albo que dorado.

Mientras lo observaba, recordé el poema “Piedra de sol” (1957) de Octavio Paz. Musité en especial estos versos que se me grabaron en el corazón hace años y que he releído en mis viajes a Ciudad de México:

cada día es nacer, un nacimiento
es cada amanecer y yo amanezco,
amanecemos todos, amanece
el sol cara de sol

Amaneció la Vida. Amanecí. Amaneció el Sol. Amaneció la Luna que se mantuvo visible en lo más alto del cielo al nacer el día. Amaneciste vos.

Amanecimos juntos porque renacimos cada uno en el corazón del otro, como cada mañana.


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