Alejandro López Pomares es escritor, poeta, profesor e investigador. Considera que la magia de la poesía se encuentra en lo que nos rodea fuera de la casa. Es un creador multidisciplinario que hace dialogar, así, géneros y tecnologías: “La experimentación debe ser esencial en la creación”. La escritura de Alejandro necesita de la calle, de la experiencia con los sonidos y ruidos de la ciudad que están llenos de poesía y belleza: “Cuando descubres que somos flujos que nos cruzamos y nos alejamos, tu alrededor se vuelve poesía”.
Alejandro reactualiza en su ser la figura del flâneur, pero del siglo XXI. La poética de los pasajes del creador, nacido en Orihuela (España) en 1983, es una suma intensa de tecnologías, sentires y experimentación. Así el Alejandro flâneur se desplaza por la ciudad acumulando belleza que luego será procesada en su laboratorio casero: “De hecho, gran parte de los textos me vinieron caminando por la calle y los fui escribiendo en mi bloc de notas del móvil antes de olvidarlos. El personaje va caminando y encontrándose escenarios y en esas va pasando por una serie de etapas”. De esta manera, se puede anticipar que el confinamiento ha sido en sus inicios una experiencia complicada para un creador acostumbrado a estar afuera, en la calle o el campo para interactuar con aquellos objetos del mundo que tienen la capacidad de volverse poesía, prosa, es decir, lenguaje que es canto y sentir: “La situación de confinamiento, sobre todo, me llevó a pasar por diferentes fases. Venía escribiendo bastante en los meses previos y el encierro me supuso un freno. Como he dicho, necesito estar en contacto con el mundo para escribir cosas y, en consecuencia, me llevó a un periodo de escasez de ideas. Lo he hablado con mucha gente y a casi todos le sucedió algo similar”.
Alejandro es Licenciado en Antropología Social y Cultural y en Biología, gestor del patrimonio cultural, natural, artístico e histórico. Ha publicado la novela La mirada perdida (Celesta, España, 2017) y el poemario La soledad tras el ruido de fondo (Ars Poetica, España, 2019). Además, se desempeña como editor y redactor de la revista literaria digital La Ninfa Eco. Ha desarrollado los proyectos digitales Instrucciones para una obra de arte y Un pueblo bot a bot.
Digamos que tienes una formación interdisciplinaria en biología y en antropología, ¿cómo crees que estas disciplinas dialogan con tu escritura creativa? ¿Cómo el biólogo y antropólogo que eres amplifican y enriquecen tu lenguaje poético? Pienso en conceptos como laboratorio y trabajo de campo (sobre el terreno).
Evidentemente, mi formación me ha cargado de recursos, pero sobre todo me ha llevado a tener una visión compleja de mi entorno y de las relaciones humanas. Además, mi acercamiento a la literatura desde la distancia, me ha permitido partir sin prejuicios, sin encorsetamientos. La biología, o más bien, mi labor como investigador, en la que ya crucé las dos disciplinas, la ecología y la etnografía, me ha permitido aprender a escuchar mi entorno y a percibir de él fuerzas que el ruido del mundo no nos deja tiempo para asimilar. Pasar horas en soledad en medio del campo, escondido, escuchando el sonido de los animales, del agua, no sé, te muestra una realidad muy poderosa y muy diferente. Luego, he tomado eso y me lo he llevado al centro de la ciudad, y he aprendido a percibir el valor del paisaje de sonidos que nos rodea. Los coches, las conversaciones cortadas, el aire, los árboles. Todo vale. Eso intento reflejar en mi obra. Cuando descubres que somos flujos que nos cruzamos y nos alejamos, tu alrededor se vuelve poesía.
Otra cuestión fundamental que me ha enseñado mi formación diversa es a ignorar los límites. Ni la literatura los tiene, ni mucho menos los géneros. La experimentación debe ser esencial en la creación. Más allá de la calidad estética y literaria de una obra, la literatura crece cuando se rompen las formas y se abren nuevos modos de interacción, nuevos modos de hacer y de construir. Todo lo demás es repetición y acumulación de páginas escritas. Hay que extralimitar el lenguaje.
¿Cuál ha sido el efecto de la pandemia y de la cuarentena en tu escritura creativa? ¿Crees que la creación, la lectura y en general el arte o la actividad artística pueden tener cualidades terapéuticas para esta nueva era de la humanidad?
La situación de confinamiento, sobre todo, me llevó a pasar por diferentes fases. Venía escribiendo bastante en los meses previos y el encierro me supuso un freno. Como he dicho, necesito estar en contacto con el mundo para escribir cosas y, en consecuencia, me llevó a un periodo de escasez de ideas. Lo he hablado con mucha gente y a casi todos les sucedió algo similar. A otros no, para ellos la pandemia les sirvió de estímulo. Con el tiempo he ido retomando el ritmo y ahora estoy avanzando en proyectos, lo que sucede es que no consigo cerrar las obras con la facilidad con la cual lo hacía antes. No hago más que acumular ideas y trabajos en proceso. Espero que podamos echar a andar de nuevo pronto y yo logre cambiar a una fase de mayor concreción.
En cuanto a la capacidad terapéutica de la poesía, en general, por supuesto que creo en ella. La lectura, tanto de literatura como de arte, te muestra que no estás solo en esto. Que las sensaciones, las buenas y las difíciles, el desasosiego, la pena, las lleva compartiendo la humanidad entera desde siempre y en los libros puedes descubrir que alguien de otra época, desde la otra esquina del mundo, siente las mismas dudas y emociones que te abordan a ti. Eso te hace relativizar. En cuanto al efecto de la producción, es indudable. Cuando escribo, estoy bien, saco afuera todo lo que me come por dentro, cuando no escribo, el camino se me hace más pesado. La expresión artística tiene un valor personal mucho mayor del que imaginamos, en la vida hay que parar de tanto en tanto y dedicarle tiempo. Da igual lo que se te dé bien, la forma que encuentres para fluir. Cuando yo descubrí esto, todo se me hizo más llevadero.
¿Cómo ha sido el proceso de creación de tu último libro de poesía, La soledad tras el ruido de fondo (2019)?
‘La soledad tras el ruido de fondo’ es la expresión poética de un momento de desconcierto, de desengaño con el mundo, pero también de descubrimiento y de madurez. El mismo recorrido, entre físico y espiritual, que hace el protagonista a lo largo de los poemas, lo fui haciendo yo. De hecho, gran parte de los textos me vinieron caminando por la calle y los fui escribiendo en mi bloc de notas del móvil antes de olvidarlos. El personaje va caminando y encontrando escenarios, y en esas va pasando por una serie de etapas. Es la duda, la misma que me ha obligado a enfrentarme a las verdades absolutas, la que lo lleva a pasar de una a otra. Las relaciones personales o íntimas, que no debían de fallarte de ninguna manera; la sociedad, como grupo que debe acogerte; las ideas metafísicas o religiosas, que deben explicar el mundo más allá de lo que percibimos y darnos paz; o el destino que nos está esperando y justifica todo lo que pasa. La duda me hace saltar de uno al otro. La duda y el desengaño. Y cuando lo has pasado todo, y parece que ya no queda nada a lo que aferrarte, vuelves al lugar de inicio, al día a día, a las relaciones primarias y ahí encuentras otra vez el punto de partida. La cosa es que ya no llegas siendo el mismo. Ese camino te ha hecho cambiar. Ahí está el punto.
¿Cuáles son tus proyectos creativos y académicos para este 2021?
Como ya te he comentado, ando ahora con muchas ideas en juego, pero me está costando ponerles fin. Traigo mucho de antes. De antes de la pandemia, me refiero. Escribo y edito la revista digital de literatura ‘La ninfa Eco’, en donde llevo una sección de entrevistas a autores consagrados acerca de las obras que escribieron en sus inicios, en un intento de recuperar obras de culto que el mundo editorial ha dejado en el camino. En cuanto a proyectos literarios, estoy a punto de poner fin a una obra de teatro en la que intento experimentar con el proceso creativo confundiendo las distancias entre autor, director y actores; tengo también en estado muy avanzado un nuevo poemario, en el que he dado un giro al lenguaje y al ritmo, muy diferentes al de mi último libro; una novela, que avanza más lenta, pero que ya ha cogido la idea, y que da mucha más importancia a la interacción y a los flujos que envuelven la ciudad; y, por último, pequeños proyectos en torno a mi más reciente descubrimiento, la escritura no-creativa y la literatura electrónica. En estos casos, estoy explorando la creación de automatismos de escritura, los conocidos como bots literarios, que generan escenarios, pero a los que tienes que proporcionarle el material. Todavía se duda mucho de su valor literario, pero yo pienso que esconden un gran potencial.
La España moderna ha estado muy asociada a la literatura latinoamericana. El Boom prácticamente nació en Barcelona, la vanguardia latinoamericana incentivó la española, Rubén Darío renovó la poesía española con el modernismo ¿Cómo piensas que tu creación dialoga o ha dialogado con ese magma literario que es Las Américas? ¿Puedes nombrarnos algunos poetas latinoamericanos con los cuales has desarrollado una amistad o relación literaria en tu país?
Es verdad que abarcar toda la literatura de un tiempo es frustrante, como también es verdad que entre mis referentes tengo a muchos autores clásicos, con los que me he formado en cierta medida. Pero mi mayor propósito es vivir la cultura de mi tiempo. Creo que el escritor que persiste al paso del tiempo es aquel que ha sabido comprender el mundo de su época y conocer la actualidad de la literatura que se ha escrito. Me motiva mucho conocer gente que está escribiendo y está proponiendo alternativas en este mismo momento. Gente a la que unirte, además, para crear proyectos. La revista de la que formo parte, La Ninfa Eco, en la que en la actualidad estoy vinculado a 15 escritores y poetas de todas partes con el interés de difundir obras y escritores y ayudarles a llegar más lejos, me ha llevado a contactar con muchas personas y con sus propuestas. Aquí he conocido, además, el trabajo de algunas compañeras, Gaby Sambuccetti o a Gabriela Guerra Rey, que están construyendo obras muy interesantes con una voz propia, que es quizás lo más difícil en estos tiempos; también Pola Oloixarac, de la que conocí sus ‘teorías salvajes’ hace ya años y para mí fue todo un acontecimiento; Mario Caparrós, del que reseñé hace poco el libro ‘La noche anterior’; Fernanda Trías que está planteando temáticas muy originales; o autores tan rompedores como Peru Saizprez, con una propuesta de literatura conceptual única; y en el sentido que apuntaba antes, autores de literatura electrónica como Domenico Chiappe, con su novela digital ‘Tierra de extracción’ o Leonardo Flores con experiencias novedosas en Twitter como ‘Juracán’. Y, por supuesto, me dejo a muchos en el camino. A algunos de ellos los he conocido, a otros no, pero es verdad que las redes nos están permitiendo acortar la distancia entre España y América, todo se está mezclando y fluyendo a una, yo creo que hablamos ya de una misma literatura, por supuesto, con sus miles de experiencias particulares.
SU LARGA MELENA
Anochece,
paso a paso las luces rojas
se sumergen en la ciudad temblorosa.
Laten las manos al volante,
la música al ritmo del beso lento
de las copas de los árboles
sobre las aguas turbias de un verso.
Es de noche y ventana abajo
las luces se suceden y seducen,
la densa niebla se asoma a las ventanas, abraza las fachadas.
Me descubro mirándome cara a cara.
Bajo las sábanas, entre gemidos,
una pierna desnuda profundiza en el abismo
sobre el que a veces tú y yo nos hablamos sin saber bien qué decir.
Y me descubro tocándome la cara,
en el frío cristal, especulo, cada gesto.
Afuera se intensa la blanda niebla blanca.
Es de noche y recorren las calles las palabras
se cruzan y fugaces, caen rotas.
Los escaparates y sus cámaras y pantallas
nos roban el alma a fotogramas.
Mientras, destiñe los rostros la lluvia. Rostros de tiza.
Detenido en medio de la nada.
Destiñe los rostros la lluvia
y un gran lienzo sobre el asfalto
pronto se pierde por las grietas.
Se retira la noche
a los callejones y esquinas en vilo
con su voz un suspiro y su larga melena
nos deja en medio de una calle y sin mapa.
Un coche se detiene
mis ojos un espejo.
Un vacío mis pasos me da tiempo a sentir el frío
y en su fuga el mismo brillo de unos labios compulsivos
repitiendo el último verso,
empobrecen todo cuanto besan.
AUTO RETRATO
Recógeme
en tu regazo me siento
un alma en pena
de muerte rebrota
la luz de una luna segada en el cielo en pleno día
persigo en la hierba mi propia mirada
un jardín en blanco y negro
y tú y yo sentados sobre la valla de madera en pausa
el sol que sube y cae
nos relata un terremoto en medio de un letargo que se ensancha.
Silencio mar de nubes
tomada de la mano
a la espera rápido se devora todo
tan sólo un instante me pides
no asientas tan cruel
que son vidas
latentes
a nuestro alrededor intenso
como un corazón a paso lento,
que pasó tanto
t-a-n-t-o tiempo
perdido en los suburbios
que sólo abrazado a las ruinas se siente parte de este olvido.
Dime lo que quieras,
no creo que haya una sola verdad
que no contenga entre sus letras
cada una de todas las mentiras.
Yo, mientras tanto, difuminaré el contorno de las cosas con mis dudas.
¿Durante cuántos años recorrieron la periferia tus anhelos?
¿Cuántas veces te verías sin saber si eras tú mismo
quien saluda al pasar?
¿Cuántas noches distancian tus sueños de los míos?
¿Cómo voy a reconocer mi rostro
si hace tanto
t-a-n-t-o tiempo
que me busco a oscuras en la otra mitad
de la foto?
LAS AVES EN SILENCIO AGUARDAN
Ese terrible silencio animal
florecen por cualquier lugar los brotes del árbol que acaba de despertar
huele a espasmo tan temprano pinta el aire
no hay duda
la sangre caliente, laten las entrañas de este polvo adormecido
re-unidas tus constantes y las mías
trasvase de escuchas tú a un lado y yo al otro perdido.
El árbol letargo alimenta miradas sin tiempo
en este espectáculo vibrante pisadas largas
atan tu hilo al tumulto la espesa bruma
que el unísono equivoca en sus propias voces.
El árbol palideciendo de repente
de repente cae dormido ante el primer rayo de nuestros días
la tierra cruje seca ruje sierva
modera tus modales las palabras se acarician cuando más se rasgan.
Las suelas nos adhieren al asfalto
y las fachadas se curvan en su empeño de ocultar el sol
la lluvia de semillas cae en la desdicha del eterno día en la ciudad
Alguien ha pintado en un mural esas aves en silencio aguardando sobre las ramas.
ESTA PEQUEÑA HABITACIÓN Y SUS CUATRO PAREDES
La habitación es pequeña, la ventana y la cama crujen
con sólo el viento besarlas.
La música que oigo me delata y la desato.
Se demora la lluvia,
se hiela mi pupila bajo un relámpago que agoniza a diez metros sobre la tierra,
el sigilo de una ciudad en el punto de mira,
un bar que cierra
y un semáforo se debate entre detener el tráfico o dejarnos caer ciudad adentro
se escuchan las pisadas
mientras una bombilla parpadea
un pasillo abandonado y la foto de alguien,
tu incertidumbre y la mía pasean agarradas de la mano.
Las ciudades aúllan bajo el asfalto,
mírate en los charcos con esa cara descorrida
bajo una lluvia que huele a lluvia y un viento que suena a lamento.
La poesía es un mar de dudas, desbordándose por nuestras calles
y yo sólo alguien que se aferra
en el punto de mira
la foto de alguien
se ahoga sin motivo
sin palabras
sobre los charcos con mi cara descorrida
y yo sólo alguien que se ahoga.
De La soledad tras el ruido de fondo, Ars Poetica, España, 2019