Meserole St: loft construido con paredes de cartón que incluía total oscuridad, escaso flujo de aire y el posterior trastorno del sueño, dos roommates (un joven pasante europeo y un escritor en sus cuarenta-y-pico), un minifridge y una cama sobre el aire cerca del techo que al pasar los días se convirtió en un nido.
Para ella, era su indigencia deluxe, pues para aquel tiempo explotaba la gentrificación y Brooklyn, o mejor dicho Williamsburg, se convertía en un destino. Músicos, artistas, escritores, curiosos, trotamundos, jóvenes con familias pudientes sin ningún plan a largo plazo, gente expulsada del Lower East Side por el incremento de la renta, locales, extranjeros, todos bebimos el Absolut Bk.
Ella tenía una tarea, sin embargo al ser de esta generación de Millennials, tan milenaria ella, debía explorar lo que pasaba alrededor, creó una especie de horario que no funcionaba muy bien, pero llenó de post-it una pared entera de ideas y conceptos que ya no puede entender, leyó y olvidaba comer. La puerta estaba llena de notas que decían: COMER – LEER – ESCRIBIR, LLAMAR A AA, CERRAR PUERTA. Todo esto ocurrió de la siguiente manera: despertar, desayunar, leer, escribir, distraerse en internet, pegar notas en la pared, escribir, putear, putear, parar de escribir, bañarse, vestirse, salir. Era el verano del 2010, cuando todos los veinteañeros vestían shorts de jean y camisetas cortadas por ellos mismos, camisas de cuadros, pantalones pegados, minifaldas a la cintura ceñidas al cuerpo, lentes de pasta, barbas, flequillos pesados, largas melenas y todo ese chiste “hipster” se pavoneaba por las calles. No es que esto haya cambiado del todo, pero al menos ahora vemos más cabellos a lo Hitler o a lo Skrillex, y el peróxido quemando las neuronas de las chicas con las horribles plataformas que alguna vez usé por finales de los 90’s. La música que sonaba era la mezcla de todas las épocas, el folk viejo, el folk nuevo, el indie antes de que le crecieran ramas, 80’s, algo de los 90’s los temas bailables, no estaba en hervor esa nostalgia noventera, claro, hace 4 años eran veinteañeros. El calor nos revolcó ese verano. Olía a pelo, sudor y cemento. La calle se escribía en ella.
TO BE CONTINUED…