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© Chien-Chi Chang, 2000, New Year’s Eve, Times Square, NYC

Absolut Bk – Flashback#2

TIMES SQUARE – Auld Lang Syne: Hay multitudes de personas que se reúnen a celebrar la llegada de un nuevo año, pero ninguna tiene la fama de la que se congrega cada 31 de Diciembre por un mínimo de 5 horas y un máximo de 15 horas a la espera del año venidero, que la de Times Square en New York City. Sin importar las bajas temperaturas y las incomodidades que suponen la espera, miles de personas alrededor del mundo sueñan con recibir el año nuevo en el corazón de Manhattan, yo fui una de ellas. Era el invierno del año 2000, yo me encontraba de vacaciones con mi familia, era una adolescente encantada con todo el misticismo del invierno, por supuesto algo de lo que carecemos en el trópico y admiramos hasta que sufrimos un vórtice polar o la desgracia de andar disfrazados con cuanto trapo tejido encontramos para resguardarnos del frío. Llega la víspera de año nuevo y que mejor idea que aprovechar la ocasión e ir al ball dropping en Times Square, convencí a mis padres y a mi hermano, así que decidimos aventurarnos en contra del pronóstico de 27°F de esa noche. Yo llevaba capas de ropa, zapatos muy cómodos y mi cámara fotográfica, era todo lo que necesitaba para sobrevivir hasta las 12:01 am del 1ero de Enero del 2001. Las calles estaban abarrotadas de gente, algunos ebrios deseándote un feliz año nuevo desde las 5 de la tarde, NYPDs, carros de las principales cadenas de televisión y los curiosos. Pagamos la novatada llegando a las 5pm, el acceso era limitado y lo más cerca que se podía estar era como a unas 7 cuadras de la 42nd. Como era de esperarse iba a haber desertores en esta misión. Mi madre friolenta por naturaleza decidió que ella no quería estar encerrada en esos corrales por 7 horas para ver una bola caer que puede ver por la televisión, con los de los corrales se refería a esas cercas que NYPD pone por cualquier razón para bloquear el paso. Mi padre, como un gran caballero acompañó a su damsel in distress, solo quedamos mi hermano y yo, así que fuimos a unirnos al centenar de personas de nuestro corral. Estábamos rodeados de cientos de personas, de distintas edades, nacionalidades y obviamente la mayoría turistas. Todos pegados unos a los otros gritamos como 4 countdowns de diferentes partes del mundo. Había que hacer algo para mantener los ánimos y olvidarse del frío, brincábamos en conjunto para generar calor, los que tenían alguna botella de vino compartían con sus vecinos más cercanos, de igual forma si tenían comida, nos tomábamos fotos, creo que fue la vez que estuve más tiempo con mi hermano sin interrupciones. No había escapatoria, si querías salir del corral lo sumirías en el caos y perderías tu lugar. Cada vez que pasaba una hora la multitud se emocionaba, dentro de la inercia de estar atrapado con miles de desconocidos eufóricos al menos el tiempo seguía pasando. Los músicos invitados empezaban a tocar, la víspera de año nuevo se desarrollaba con normalidad bajo la supervisión de helicópteros que sobrevolaban el área regularmente. Debo confesar que el año nuevo es mi celebración preferida, está llena de tantos rituales y tradiciones, posee una mezcla de nostalgia y esperanza, es pura dualidad. Así que con los ojos iluminados de quién hace realidad un sueño y tiene la oportunidad de compartirlo con un ser querido, me preparaba para los últimos segundos del año 2000. Me sentía tan dichosa, dejé de sentir frío o cansancio, la edad también contribuyó a que ni sintiera hambre o ganas de ir al baño. Por fin vimos por las pantallas, al ex –alcalde Rudolph Giuliani y a un grupo de personas que llevaban chaquetas deportivas de color rojo, yo no sabía quienes eran, gracias a la brecha generacional entre mi hermano y yo, acompañada de su sorpresa, me dijo: ¡Es Muhammad Ali! ¡El boxeador! Y una gente que anda con él. En este momento luego de 14 años, me digo a mi misma: ¡Vaya, que momento el que viviste! Giuliani aprieta la mini réplica de la bola de Times Square que la hace caer e inicia el conteo, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 ¡HAPPY NEW YEAR! Mi hermano y yo nos abrazamos sonrientes y aliviados de que la espera había terminado, pero satisfechos de haber vivido esa experiencia, es algo que posiblemente no volvamos a hacer en esta vida o por lo menos no entre la multitud. Las personas alrededor irradiaban alegría, una tormenta de confeti caía sobre todos, el muñeco del bebé se mostraba en las pantallas flotando sobre la gente (el bebé que representa el año nuevo), sonaba una versión instrumental del Auld Lang Syne, seguido del New York New York, el cielo se coloreaba por los fuegos artificiales. Habíamos llegado al 2001, después de sobrevivir una espera larga, pero que en mis recuerdos fue amena. Salimos de la multitud a re-encontrarnos con nuestros padres en el Radio City Music Hall, la ciudad estaba eufórica, entre todos nos deseábamos un ¡Happy New Year! Era el único deseo de la noche, un buen año 2001. En el trayecto, mi hermano se comió un hot dog, vimos una mujer en una limosina que llevaba los senos descubiertos mientras sostenía su botella de Champagne y le deseaba a los transeúntes un ¡Happy New Year! Al cruzar la calle encontramos a nuestros padres, nos abrazamos y contamos sobresaltados todo lo que nos sucedió en las últimas seis horas. Recordando mi víspera de año nuevo del 2001, no sé si lo haría de nuevo, pasar tantas horas a la intemperie y en este clima no tan amable no es cosa fácil, los años pasan y el cuerpo ya se ha maltratado. Quizás desde alguna ventana de un hotel aledaño me aventure mi próxima vez por Times Square y me una a ese gran corazón palpitante de alegría que forman las miles de personas que visitan la ciudad para esta ocasión, no me queda más que desearles un ¡Feliz Año Nuevo! Y que no se nos congelen los sueños en estos días tan fríos.

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