Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Absolut Bk: Flashback #1

Anónimo o del origen de los “Booties Files”: La memoria nos hace recordar las cosas como mejor le parezca, tejemos redes de imágenes, sonidos, sensaciones en nuestra mente que quizás no fueron lo que creemos después de varios años. En mi caso, recuerdo hechos desde muy temprana edad o imágenes, lo que llaman memoria fotográfica. Fue en el año 1989, cuando nos hospedábamos en un hotel de la 32 que aún se yergue en medio de tanto kimchi y karaoke. Ese patio de recreo que llamamos Midtown no poseía esa gracia que deslumbra a turistas y a compradores compulsivos. La ciudad ha cambiado mucho. Sin embargo, era mi primer verano en Nueva York, así que mi padre a pesar del calor y que debía trabajar, se encargó de pasearnos. Un día cuando el resto de la familia abandonó la jornada turística, él y yo salimos a caminar, caminar sin rumbo, en el mundo sin Google Maps siempre se terminaba caminando un promedio de dos cuadras de más, repetidas veces (la cuadra, del sí es por aquí y la del coño e la madre es para el otro lado), así que caminamos. Cuadra tras cuadra, sintiendo el sudor correr por mi frente, atada a la mano de mi padre para no perderme en tanta inmensidad. Miraba hasta donde me alcanzaba el cuello, hasta cuando el resplandor del sol me cegaba, luego mi mirada se enfocaba en cada paso, veía mis zapatos de tela estampados con caricaturas donde predominaba el color verde, número 28 con trenzas que aprendería a amarrar ese mismo día. Ese día, en esa caminata, me perdí. Me perdí en uno de los más grandes placeres que me ha ofrecido New York desde ese momento, era pequeña en la multitud que cruzaba en cada semáforo, mínima entre tantos rascacielos, era nadie en medio de la ciudad y las demás personas al igual que yo eran nadie, pero a la vez éramos tantos, todos juntos con diferentes destinos. Fue mi primer contacto con la idea del ser anónimo en medio de la multitud. Veintiún años después en un agitado verano (cuando comprendí la letra de Un verano en Nueva York), recordando esas caminatas infinitas de la mano de mi padre, decidí caminar hasta que las botas aguantaran. Llevaba unas botas marrones estilo vaquero que había comprado un mes antes cuando el frío de una invernal primavera traspasaba mis zapatos blancos de tela número 38 con trenzas. Caminaba desde Meserole St. hasta Bedford Ave., cruzaba el Brooklyn Bridge, desde Penn Station hasta Canal St., Chelsea, Union Square, Washington Square Park, McKibbin Lofts, Bushwick, Central Park, Marcus Garvey Park, Soho, LES, Greenpoint, Morgan Ave… These boots are made for walking… Sobre el cemento, agua, madera, tela, césped, lápidas e incluso inodoros. Y eso fue lo que hicieron, pisaron todo lo que tuvieron que pisar, bailaron, corrieron, se resbalaron, perdieron las suelas, la piel, los remaches, se convirtieron en un emblema de vida. En la imagen de tantos recuerdos, en la digresión eterna de mi memoria. En la confirmación de mis idas y venidas. Yo regresé a New York, para seguir caminándola hasta que el cuerpo aguante. Ellas, están guardadas en un closet en Crackass, el camino las hizo trizas, así como la bota jode a los pueblos, pero esperan algún día ser expuestas en alguna exhibición junto a los zapatos viejos de Gego.

One of these days these boots are gonna walk all over you…

Hey you,
¿nos brindas un café?