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arturo serna
Photo by: David DeHetre ©

Abandono y filosofía

Hace unos años encontré a mi padre a la salida del casino de Mar del Plata. Yo había ido con un amigo de la facultad y él estaba solo, un poco borracho. Tenía la camisa salida del pantalón, hablaba solo y me dijo que estaba contento porque había ganado un dinero extra en el casino. Lo acompañé a la terminal y después me fui al hotel. Me quedé tirado en la cama hasta el amanecer. La luz de la mañana pegaba en mis ojos y no podía dormir. Pensaba en la figura de mi padre, solo, perdido. Él también había sido abandonado por mi madre. Él, como yo, era una víctima. ¿Y qué es una víctima? Alguien que tiene el derecho a reclamar protección y justicia. Por eso había sido un utopista mi padre. Y quizás por eso yo había estudiado filosofía. El hábito del pensamiento había sido una reacción a la huida espiritista de mi madre. Me había dedicado a especular como una forma de ordenar el caos de mi existencia. Mi madre había provocado el desorden. La filosofía era una forma delirante de pensar un posible laberinto al pequeño mundo que me rodeaba. Esa pequeña cosa: la filosofía era el resultado de una tara.

¿Será por eso que mi padre se compró un revólver? Recostado en la cama tiesa del hotel, esa mañana pensé que, tal vez, la sensación de seguridad que da el revólver no es otra cosa que una reacción tardía frente al vacío que había dejado mi madre en la vida de mi padre.

¿Debía comprarme un revólver? No lo necesitaba. Yo tenía el boxeo, que era mi forma nítida de enfrentar la nada. Y la filosofía no era otra cosa que una extensión del boxeo por otra vía, una forma de golpear ciegamente para contener el vértigo de la caída.

El efecto del abandono no desaparece nunca. Es como la muerte de un ser querido aunque es peor que la desaparición total. Cuando alguien se muere se tiene la certeza de que ya no estará más. Aunque busquemos un rastro de ese individuo tenemos la íntima convicción de que no formará parte material de nuestra vida.

Mi mamá me abandonó. Sé que su figura deambula en algún rincón del planeta. No sé si volveré a cruzarme con ella. Una duda carcome mi existencia. A diferencia de lo que ocurre con los muertos no tengo la certeza de que ya no la veré más. La vacilación es peor que el efecto de la ausencia absoluta. En esa incertidumbre está el origen de mi duda filosófica.


Photo by: David DeHetre ©

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