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Alan Riquelme
Photo by: Apolo Salomão Sales ©

¡A toda marcha!

Hoy te vi. Estabas estacionado con tu moto de alta cilindrada, una de esas urbanas y modernas, tipo FZ16, pero más grande. Tu moto era de colores grises, algunos más claros y otros más oscuros. Te habías estacionado al costado de la calle Venezuela, 20 metros antes de llegar a Chacabuco, justo enfrente de mi balcón. Tu celular debía indicar tu camino, lo mirabas en una especie de Gps que tenías como aplicación. El aparato iba agarrado al centro del manubrio por algún, también moderno, sistema de manos libres para motos.

El casco era del gris más oscuro que había frente a mis ojos, era aerodinámico y parecía tener dentro unos auriculares que te permitían también recibir una llamada sin sacar el celular del soporte.

Tu campera era de esas infladas, llevabas jeans y unas zapatillas tan urbanas como la moto, de color negro con suela blanca. Tu pierna izquierda estaba apoyada en el piso. La derecha no sé, porque estaba del otro lado de la vereda y yo te veía solamente desde el perfil izquierdo. Te observaba desde el primer piso. Por eso podía ver que estabas asegurándote de no pifiar en el viaje. Te iba a hablar, pero justo encontraste lo que buscabas en el celular. Luego miraste el semáforo que oportunamente dio el verde. Miraste atrás por si venía alguien y como no había nadie más en el mundo, además de nosotros, pusiste primera y aceleraste a fondo. Antes del semáforo ya habías puesto segunda y cruzaste Chacabuco a toda marcha. A la otra esquina, en Piedras, seguramente ya ibas por la 4° velocidad, y encima, también habías ligado el verde 50 metros antes de la esquina. Pero ahí, en Piedras y Venezuela, el 28 pasó en rojo. Según las declaraciones posteriores del chofer, dice que él también tenía verde, que fue un error de las máquinas, de los semáforos. El tema es que tu corazón dejó de latir al impactar contra el ventanal de la esquina, que increíblemente, es de una casa de motos inaugurada el mes pasado. El frente del 28 tocó apenas un poquito la rueda trasera, suficiente para desviar tu acelerado camino, y así, hacer volar miles de pequeños vidrios por todo el lugar.

¿Sabes lo que pasa hermano mío? Que yo te tendría que haber llamado con fuerzas antes de que salieras, y seguramente, eso no hubiera pasado.


Photo by: Apolo Salomão Sales ©

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