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querencia Melanie Márquez Adams
querencia Melanie Márquez Adams

A propósito de la noficción creativa: una crónica acerca de la crónica

Hace poco publiqué con Katakana Editores mi libro Querencia, una colección de crónicas en las que exploro, desde mi mirada y mi subjetividad como mujer, latinoamericana, migrante y escritora, el entorno estadounidense en el que me he desplazado durante la última década. Indago en el paisaje, en las experiencias, en las personas y trato de entender el mundo que me rodea esperando a través de esa exploración, poder encontrarme a mí misma, definir mi identidad, mi privilegio y mi responsabilidad como escritora. El género de la noficción creativa, sobre todo en sus formas de la crónica literaria y el ensayo personal, se adapta maravillosamente a estas exploraciones, invitando a mis lectores a que viajen conmigo en estas aventuras de introspección. A que cuestionen su realidad. A que descubran nuevas perspectivas. Partiendo de lo personal, llegamos juntos a lo colectivo.

Mi iniciación en el género de la crónica literaria no fue algo intencional. Yo diría que más bien, la crónica me eligió a mí. Y esto se dio por una necesidad de entender el espacio sureño y campestre que habito. Un espacio bastante sugerente. A veces cálido. Otras muy hostil. Siempre colorido. Misterioso. Mi experiencia escribiendo cuentos me llevó a que orgánicamente empezara a utilizar esos mismo recursos literarios para plasmar mis vivencias y reflexiones acerca de Tennessee. Fue en el momento de pensar dónde podía publicar esos primeros textos que llegué a la realización de que estaba escribiendo crónicas.

Crónica. Un término complicado. Y digo complicado como algo positivo porque a mí me encanta complicar. La complicación abre un espacio para lo experimental. Es el espacio donde puedo subvertir y transgredir la tradición y sus dinosaurios. Pero ocurre que dentro de la esfera escritural y editorial en español no se le da un merecido reconocimiento todavía a la noficción creativa, un género que es inmensamente popular en el contexto anglo, tanto así que hay programas de creación literaria (MFAs) con esa concentración. En el mundo editorial anglo, sí que es un género que se explora mucho: las memoirs, el ensayo personal, pero en cambio, dentro de la literatura en español todavía nos resistimos a contemplar la noficción creativa como un género literario.

El resultado de esta resistencia: algunos de mis textos de noficción creativa —porque ese es el género en que yo ubico a Querencia— han sido publicados en diferentes medios bajo las etiquetas de cuento o relato. Pareciera que el único término firme que tenemos en español para acercarnos a un texto de noficción creativa es el de la crónica. Y eso estaría muy bien si no fuera porque esa etiqueta casi siempre trae a la mente del lector latinoamericano aquel otro “boom” afincado en nuestro continente. Me refiero por supuesto a la crónica periodística.

Mis textos literarios de noficción creativa poco o nada tienen que ver con un contexto periodístico ya que surgen a partir de una apreciación totalmente subjetiva de mi entorno, de mis cuestionamientos. Uno de los profesores de los talleres de escritura en Iowa me dijo una vez que diferenciar un texto literario entre el género de la ficción y la noficción se trata más que nada de cuestiones editoriales. Estrategias para comercializar un libro. Que la narrativa es la narrativa y punto.

Pero yo no estoy de acuerdo con esa mirada tan simplista.

Miro esta complicación de frente y la miro desde el compromiso que tengo con mis lectores. Si me siento a escribir sobre mi vida, sobre situaciones por las que he pasado, tal vez no puedo dar garantías de que seré cien por ciento fiel a la realidad —la memoria es traicionera, subjetiva y selectiva. Caprichosa también. Pero desde estas consideraciones, sí que me puedo comprometer a que lo que escribo proviene de mi realidad, una tan auténtica como lo son mis recuerdos a pesar de su naturaleza selectiva. En cambio, cuando me siento a escribir textos narrativos de ficción, aun cuando se trate de auto ficción (como lo son varios de los cuentos de mi libro Mariposas negras) me permito total libertad creativa. Puedo imaginar y jugar con los personajes, los diálogos, los escenarios. La realidad se convierte en una plastilina que puedo estirar y amoldar a mi antojo, a lo que me pida la historia. Mi cuento Romance Art Deco está inspirado en una noche de fiesta en South Beach con mis hermanas. Sin embargo, les puedo asegurar que aquella noche terminó sin que ninguna de nosotras asesinara a alguien. O por lo menos eso es lo que espero.

Una de tantas características que me atrae y me ha vuelto fiel lectora de obras de noficción creativa en el contexto anglo es que, aparte de los diversos subgéneros que abarca, existe también una rica experimentación. Desde ensayos personales estructurados a manera de reportes policiales y syllabi, hasta una memoir entera que juega con la noficción especulativa. Me refiero específicamente a In the Dream House de la escritora de ascendencia cubana Carmen María Machado. En este libro, Machado nos relata su experiencia de abuso doméstico a través de una obra fragmentada en la que, además de trenzar narraciones contadas en primera y segunda persona, cada capítulo toma diferentes formas. Como un cangrejo ermitaño, la obra va cambiando de caparazón. Así por ejemplo un capítulo se apodera de la historia clásica de la casa embrujada y otro de la estructura de un misterio de asesinato. En uno de mis momentos favoritos de la obra, Machado utiliza el formato de la serie de libros juveniles Elige tu propia aventura para recrear la sensación laberíntica del abuso. Las posibilidades son infinitas. En una de las crónicas de mi propio libro Querencia tomo prestado el género de la leyenda para contar una parte de mi historia migrante. En otra, entretejo algunos de los personajes y escenarios de Las crónicas de Narnia para conjurar el frío externo e interno de la situación. En “Balada de los Apalaches”, los instrumentos de bluegrass se entremezclan y acompañan una exploración de las fronteras físicas y figurativas que transito en mi vida sureña.

Lo cierto es que tengo muchas ganas de leer experimentaciones similares en español y por eso animo a mis compañeras y compañeros escritores a que no aten su creatividad a restricciones evocadas por la etiqueta de la crónica. Es un término que nos suena tan serio, tan de periodismo riguroso. Tan ordenado. Los invito a subvertir las expectativas de esta etiqueta. A salirse de las líneas, de los límites. Del orden establecido. ¿Dónde está su caja de herramientas de escritura, esa donde guardan todos los recursos que han aprendido y utilizado para construir historias de ficción? Vayan por ella ahora mismo. ¿Ya la tienen? Pues entonces los animo a que vayan sacando poco a poco esas herramientas, esos recursos literarios. A que los desarmen, a que les den la vuelta. A que jueguen con ellos para contarnos su vida, sus indagaciones mentales y sus reflexiones con todo el ingenio y la riqueza que encontramos en la ficción. Es fabuloso sorprender a nuestros lectores, pero nada se compara con el placer de sorprendernos a nosotros mismos.

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