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paola maita
Photo Credits: zemistor ©

A propósito de la libertad

Nunca me había cuestionado la idea de que todos los seres humanos quieren ser libres hasta hace unos días. Estaba escuchando Potterless, un podcast sobre un chico de 25 años que está leyendo por primera vez la saga de Harry Potter, sobre la cual conoce muy poco, y comenta sus observaciones y teorías sobre lo que pasará. Podría parecer una premisa tonta, pero hasta ahora me ha entretenido mucho el ver cómo va descubriendo la historia, sobre todo porque ha logrado mantenerse al margen de casi todos los spoilers, y, si sabe de algunos, de todas formas desconoce cómo la trama ha llegado hasta allí.

“¿Pero querían ellos realmente ser libres?” fue una de las preguntas que plantea al examinar el capítulo donde Hermione funda una sociedad para liberar a los elfos domésticos, a los cuales la idea les parecía repugnante. Ciertamente fue una trama secundaria dentro de la historia, por las que el locutor no le dedicó mucho tiempo, pero esa sencilla pregunta se me quedó sembrada en la cabeza.

Comencé a leer sobre las teorías de la libertad. Que si el libre albedrío, el fatalismo, el determinismo, Bergsonsismo (del que jamás había escuchado en mi vida), el materialismo dialéctico… Y sí, todos tienen una manera de concebir si el hombre es libre o no, si está sujeto al ambiente, los genes, la psicología, su razonamiento (¿o serán los racionamientos de luz y de agua?) o cualquier factor que le cuaje al teórico que esté formulando el argumento.

Es una discusión larga, objeto de tratados, libros, canciones, ensayos, teorías o cualquier otra producción humana, pero creo que el problema fundamental está en saber si queremos ser verdaderamente libres.

Para mí, la respuesta es muy sencilla: tal como a los elfos del universo de Harry Potter, la libertad nos da miedo porque nos obliga a ser completamente responsables del peso de nuestras acciones, a enfrentar lo desconocido, a no tener guías.

Cuando somos niños, pensamos que cuando seamos grandes seremos libres de hacer lo que queramos, pero luego nos acostumbramos tanto tiempo a vivir bajo el mandato de alguien más, que creemos que la mera ausencia de obstáculos para realizar nuestros deseos es libertad y se nos olvida que va más allá de eso, que es ser amo del destino, sin importar lo que los fatalistas, deterministas y allegados piensen.

Quisiera pensar que somos más complejos que los elfos domésticos, pero no consigo una diferencia sustancial entre ellos y nosotros en cuanto a este tema se trata.

Supongo que en este punto alguien podría preguntarse el por qué un simple comentario de un chico sobre una serie de libros infantiles, de los que pareciese que ya se ha escrito y hablado todo lo que pueden dar, es capaz de dinamitar toda una onda reflexiva en mi cerebro. Creo que fue un comentario que me obligó a enfrentarme en un espejo filosófico y pensar que quizás los venezolanos jamás hemos sido realmente libres, cosa que puede ser válida para otras sociedades pero hablaré sólo de la que conozco mejor hasta ahora.

Nos llenamos la boca diciendo que Bolívar fue nuestro libertador, ¡y de todas las Américas además!, pero jamás nos cuestionamos si nos liberó de todos los yugos o simplemente le cambió la forma y lo pintó de otro color. Creo que celebramos el día de la democracia, de la declaración de la independencia y de la firma del acta de la independencia, porque necesitamos reafirmarnos tantas veces como sea posible que quizás en algún momento fuimos más libres, sin cuestionarnos si hemos llegado a saber lo que eso significa.


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