Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
alan riquelme
Photo by: bill_comstock ©

A Julio Cortázar, donde sea que estés

Hola Julio, ¡qué honor escribirte! Sinceramente nunca imaginé que un día lo haría. No tengo motivos claros para dirigirme a ti (déjame tutearte, por favor), pero, sí sé que escribirte me ayudará a aclarar ciertos puntos de mi vida. Quizás, con un poco de suerte, si las palabras me bendicen, al finalizar mi carta, podré descubrir dónde estoy parado y hacia dónde voy en esta peculiar tarea de ordenar palabras a merced de otros.

La terapia a través de la escritura la encontré sin haberla buscado, fue como una bola de golf que entra parsimoniosamente en ese hoyo buscado. Pero claro, esa bola, para que llegue al hoyo tuvo que ser lanzada por alguien desde algún punto de partida. No sé si fue mi profesora de 8° año, quien me aconsejó leer, al iniciar mi pubertad, «Estudios en Escarlata», de Arthur Conan Doyle, luego de que yo le pidiera que me recomendara unas novelas policiales. No tengo claro el nombre de dicha docente, sólo recuerdo que tenía algunas complicaciones en el hablar. Como se dice en mi barrio, era medio gangosa. O tal vez fue antes, cuando leí algún cuento para niños que todavía recuerdo, titulado «Ingo y Drago».

Ya que estamos hablando de profesores, recuerdo que a mis 17 años tenía una profesora de Lengua y literatura, llamada Elda Gordiano. Estoy seguro que fue ella quien me desalentó por un largo tiempo en esto de redactar textos. Es que varias personas me animaban a escribir un libro, debido a las particularidades de mi vida en ese entonces. Y fui con esta propuesta a ella ¿a quién iba a ir sino a una maestra en letras para que me orientara? Y ella me respondió: “¿¡escribir un libro, vos!? No Alan, eso es muy difícil para alguien de tu edad” ¡Y patapúfete! Luego de eso mi mente no registra otro acercamiento a la lectura y escritura.

Más tarde vinieron épocas de ventas callejeras de distintos productos, desde gastronómicos, financieros, hasta ilegales. Pero un día, las flechas unieron lo que tenían que unir: libros y venta ambulante. Para ese entonces ya contaba con 28 cumpleaños en mi haber.

Así fue como empecé a conocer gente maravillosa que había intentado vencer la muerte a través de sus escritos. Y ahí apareciste tú, con tu Rayuela como vanguardia. ¿Se le puede perdonar a un librero que no haya leído tu mejor obra? Pues si es así, imploro por ese perdón. Ya me haré el tiempo y la dedicación para encarar tan hermoso desafío. Pero lo realmente importante, es que conocí no solamente a escritores, sino también a innumerables lectores, de títulos nuevos, de géneros desconocidos, de historias ocultas y de otras tantas maravillas que Miguel de Cervantes Saavedra, en su primera parte del libro «El Quijote de la mancha», puede explicar mejor que yo.

¡Qué hermosa es la lectura, Julio, y qué sanadora es la escritura! De vos he escuchado más de lo que he leído, tus audios son una sinfonía para mi oídos. Tu particular acento entremezclando ges y eres, me encanta. Si mal no recuerdo, en tu “Carta a una señorita en París”, decís que te agrada escribir cartas. En realidad, te ocultas detrás de un personaje para admitirlo, pero es tu esencia la que dice eso. Y en eso me siento identificado. También me gusta escribir cartas, seguramente sea por eso que lo estoy haciendo ahora.

Para concluir, quiero contarte, que estamos organizando un concurso de escritura en tu honor, para recordar la fecha de tu fallecimiento. La de tu nacimiento es casi inolvidable para mí, ya que naciste el mismo día del calendario que, 94 años después, nacería Benjamín. Un niño casi púber que, a su corta edad, ya demuestra serias habilidades en el arte de leer, de hablar prolijamente y principalmente, de pensar. Este niño, es uno de mis adorables hijos.

Y bueno querido Julio, en eso estamos, escribiendo de vos, de tu obra, jugando a ordenar palabras para hacer oraciones entendibles. Poniendo un punto, cambiándolo por una coma. Sacando una palabra para poner un sinónimo así no repetimos varias veces lo mismo en un mismo párrafo. Agregando acentos, sacando otros. Y haciendo todo eso que amerita, como dijo Rodolfo Walsh, el difícil oficio de escribir. Aunque sea desde el amateurismo, pero al fin y al cabo, escribir. Quizás, como dije al principio de esta misiva, escribiendo lograremos aclararnos algunos puntos, y con eso, extirpar ocultas toxicidades que habitan en nuestro ser.

Admirado Julio, nos veremos por ahí, en los libros o en las cartas, pero de seguro ¡nos veremos!

Te saluda con mucha estima, y más respeto aún.

Alan Riquelme,

el Vendedor Ambulante De Libros, y tu constante lector.


Photo by: bill_comstock ©

Hey you,
¿nos brindas un café?