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Photo by: Chanze photo a r t ©

¡A enfrentar el 2020!

Cuando pisamos el nuevo milenio, el mundo festejó la llegada del 2000 lleno de esperanzas. En los meses siguientes se elaboraron análisis, dossier, encuentros internacionales. Todos pensamos que en el 2020 la mayoría de los problemas de la humanidad estarían resueltos. 

En 2015 se entendió claramente que para el 2020 muchode ellos no solamente no iban a estarlo, sino que se habrían agudizado. Se elaboró, entonces, una agenda aún más ambiciosa y se fijó otra fecha en la cual depositar las esperanzas: el 2030. 

Estaba claro que, mientras las soluciones caminan a paso de tortuga, los problemas aceleran y corren cada vez más rápidamente. 

El más evidente y probablemente el que dejará daños irreversibles en todo el planeta es el cambio climático. A pesar de las múltiples alarmas que encendieron los científicos de todo el mundo y no obstante los evidentes desastres ambientales provocados por el calentamiento global, los gobiernos de los países más contaminantes, con Estados Unidos a la cabeza, no han logrado llegar a un mínimo acuerdo en la última Cumbre que se realizó en Madrid. 

También los deseos de paz de las poblaciones se estrellan contra la ambición de poder de sus líderes, los intereses de los vendedores de armas y los nacionalismos exacerbados.  

Grande es la preocupación que se vive en todo el mundo tras el recrudecimiento de la confrontación entre Irán y Estados Unidos y la escalada de las tensiones en Medio Oriente que, lejos de encontrar solución, se agudizan; por las guerras infinitas que dejan cada vez más muertos en Libia y Siria; por los conflictos y pobreza en África. Igual preocupación genera la ambición desmedida de la Rusia de Putin que amplía sus áreas de influencia política; la escalada económica de China; la irreflexiva actuación de Trump quien busca su reelección cueste lo que cueste; la debilidad de Europa que muestra más que nunca sus costuras. Los incendios, causados por la acción criminal de los seres humanos y las sequías provocadas por el calentamiento global, destruyeron inmensas áreas de Amazonia en Brasil y Bolivia y en Australia dejaron cenizas donde antes existían vegetación y vida, con daños que todavía no es posible cuantificar. En América Latina, las poblaciones se han lanzado a la calle gritando su creciente insatisfacción y asistimos al desgaste de las democracias en países como Brasil y Guatemala y al fortalecimiento de gobiernos que ya se quitaron la máscara de la democracia como son los de Venezuela y Nicaragua. 

Largo sería adentrarnos con mayores detalles en las problemáticas que sacuden al mundo en los albores de esta nueva década. Las iremos desarrollando a lo largo de las próximas semanas. Sin embargo, consideramos importante buscar, entre tantos nubarrones obscuros, los rayos de luz que permiten mirar con optimismo al futuro. 

In primis el gran movimiento de concientización que Greta Thunberg logró crear entre los más jóvenes, quienes asumieron la responsabilidad de luchar por su futuro. Esos jóvenes también lograron sacudir a los adultos que los rodean, sacándolos del sopor resignado y pesimista en el cual estaban sumergidos. Cada vez más personas están dispuestas a luchar por unos valores que parecían totalmente perdidos. Y así, mientras por un lado gritan sus consignan de odio los grupos neo-nazi, los suprematistas blancos, y todos aquellos quienes criminalizan a los inmigrantes y las diferentes minorías; por el otro, miles de personas, de manera más discreta y menos ruidosa, se colocan del lado de los más débiles y luchan junto con ellos. Así como la intolerancia va ganando terreno entre una parte de las poblaciones también crece el número de personas que dejan de temerle a las diversidades de religión, raza y preferencia sexual. En las marchas que lideran las mujeres para protestar contra la violencia de género hay siempre más hombres dispuestos a apoyarlas y los populismos que parecían barrer con toda estructura democrática, van perdiendo fuerza a medida que la ciudadanía sufre las consecuencias de las erráticas políticas de sus líderes. 

Gritos y violencia logran siempre mayor visibilidad, sin embargo, no hay que perder de vista todo lo que se hace para contrarrestar las consecuencias de esos odios y esa violencia. 

Es lo que hay que valorizar porque solo si logramos unir fuerzas, aportar cada uno su granito de arena, construir juntos un dique más fuerte de todo empuje destructor, podremos llegar al 2030 con una renovada esperanza de futuro. 


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