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paola maita
Photo by: Dani Vázquez ©

Los navegantes del olvido

Hay muchos procesos que comenzaron a tomar forma en el momento en el que migré. De algunos de ellos, tomé consciencia desde el primer minuto en el que mi mente tomó la decisión de manera irrevocable. De otros, he ido tomando consciencia a medida que he ido viviendo y elaborando mi proceso migratorio.

Estas navidades me topé con algo que había intuido que pasaría pero que hasta ahora no había vivido. En una videollamada con mi madre, ella pone a F., uno de mis primos más pequeños, a hablar conmigo. La última vez que le vi, tenía 3 años. A esa edad, donde apenas se están formando tus primeros recuerdos, aprendes a reconocer a las personas por la frecuencia con las que las ves. Yo, que veía a este niño un par de veces al año, estaba destinada a ser una persona a la que poco a poco me iría asociando a sus recuerdos de festividades, hasta lograr convertirme en alguien familiar a través del tiempo.

Sabía que ese proceso de familiarización se interrumpiría con mi venida a vivir a otro país. Mi migración, sumada a mis muy escasas ganas de regresar y el poco contacto telefónico que suelo mantener con mi familia, son la fórmula perfecta para que en la mente de este niño me trague el agujero del olvido.

Tener muy consciente todo esto de antemano y saber que sería algo que pasaría más tarde que temprano, no evitó que me doliese el momento en el que vi que sus ojos no me reconocían, por mucho que mi madre y su hermano mayor le estuviesen intentando ayudar a recordarme. En su mente infantil de ahora 6 años, ya yo no estoy dentro de las personas que él reconoce como familiares. A las pocas vivencias que tuve con él, las ha atravesado el océano del olvido, y las ha vuelto fantasmas en un purgatorio.

En Psicología, el olvido tiene varias explicaciones. Puede venir por el paso del tiempo, fluctuaciones del contexto entre el momento en el adquirimos algo y de cuando intentamos recuperarlo, por interferencia de otra cosa similar, por desuso, como mecanismo de defensa… Es un proceso psicológico tan natural como cualquier otro. Sin embargo, hay veces que nos pesa, nos duele, nos delata, o nos confronta con sentimientos, otras personas o nosotros mismos.

Cuando vi el desconocimiento de mi existencia en los ojos de F., entendí que el olvido se insertó silenciosamente en mi vida de migrante, se instaló en la cocina y, cada tanto, barre y pone memorias en el bote de residuos no reciclables. De esa misma manera, los otros con los que coincido pueden botarme de sus recuerdos en sus limpiezas mentales.

Migrar entonces se ha convertido en un delicado balance entre lo que recuerdo y olvido, entre quiénes me recuerdan y quiénes me olvidan. Aunque me gustaría poder recordar todo lo que he vivido, a todos los que he conocido, y que los demás pudiesen hacer lo mismo… Es imposible.

Pasa el tiempo, cambian las circunstancias en las que nos conocimos, dejamos de frecuentarnos, y nos defendemos del dolor que esto nos causa lanzándonos al fondo de las aguas del olvido.


Photo by: Dani Vázquez ©

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