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fabian soberon
Photo by: anmede ©

Eirik el Rojo

Hasan se acomoda en el sillón y saca un cigarrillo que solo le durará unos minutos. Fuma con la velocidad de un condenado a muerte.

Le he pedido que me cuente esa historia que esbozó, ufano, la noche anterior, después de la proyección del documental sobre Inés Aráoz. Hasan se prepara como si lo que estuviera por hacer es un happening y enarbola la historia anterior y desconocida de Eirik el Rojo, el padre de los hermanos que llegarán a Vinlandia, el posterior continente americano.

Eirik era un violento islandés que vivía en la tierra de nieve. Así era llamada la isla en los tiempos antiguos. Se dedicaba a vender animales y joyas y su esposa comerciaba pieles traídas desde Noruega. Por los negocios sucios y los tratos infructuosos, Eirik tenía una deuda imposible de pagar. El cobrador, un ex amigo que lo perseguía desde hacía semanas, envió un emisario para que lo extorsione. Eirik advirtió el ardid de su cobrador y ahogó al emisario en el lago que había cerca de su casa. Tiró el cuerpo al agua helada; pronto la masa inerte se congeló y se hundió en las rocas de hielo.

El ex amigo advirtió que su enviado había desaparecido y decidió ir él mismo a hablar con Eirik. Como este sospechaba del siguiente movimiento del cobrador, se pertrechó en su casa, auxiliado por su esposa. Ambos pensaron estrategias de evasión pero no encontraron ninguna mejor que el encierro. Eirik sabía que era un método que tenía plazo corto y que el breve encierro sería una trampa para sí mismo. Cuando el cobrador le gritó desde afuera, Eirik salió a enfrentar la situación.

El cobrador lo amenazó. Eirik, ya convertido en un forajido milagroso, le propuso un duelo.

El público los rodeó. Como si fueran compadritos futuros, los cuerpos se trenzaron y los cuchillos se mezclaron como lluvia en la nieve.

Eirik era más hábil y más cruel y sabía que si perdía no solo sería condenado inevitablemente sino que podría morir. Arremetió con el cuchillo y mató a su cobrador.

Su esposa ya tenía preparada la barcaza que les permitiría huir. Rápidamente se subieron a la nave y Eirik el Rojo se convirtió en un fugitivo de la justicia.

Cuando Hasan termina el cuento me dice que esta versión del pasado de Eirik es solo un esbozo de una saga apócrifa. Él no ha cambiado nada. Su síntesis reúne las versiones diversas y orales que circulan en el mundo punk de la isla. El relato de Hasan es, entonces, el perfil subterráneo de un forajido que por el azar de la aventura termina siendo el descubridor de Groenlandia.

Yo quiero creerle, por supuesto. Y prefiero la verdad de la ficción a las aventuras desmesuradas y retorcidas narradas por la historia oficial. Antes de despedirnos, me quedo un rato en la puerta. Frente a un silencio expectante, le digo que América fue descubierta por los hijos de un prófugo inverosímil.


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