Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
paola maita
Photo by: Yasmin Littler ©

Indesignios

Uno de los principios básicos de la Psicología es que el lenguaje es la manifestación directa de los pensamientos. No podemos pensar sin un lenguaje. Palabras, imágenes, onomatopeyas, gestos, señas… Todo lo que pasa por nuestra cabeza toma forma de alguna manera.

Este principio atraviesa toda nuestra vida. Cuando somos bebés, vamos capturando nuestro alrededor a una velocidad vertiginosa. Todo es nuevo y necesita un nombre. Los tata, gu, ma, pa y demás balbuceos, son manifestaciones de ese deseo de poder designar las cosas y personas que nos rodean. Son nuestro primer acto rebelde por darle nombre a nuestro entorno.

A medida que vamos creciendo, pareciese que este acto de designar, esa palabra maravillosa cuya etimología nos lleva a señalar, se va volviendo más sencillo. Tenemos nuestro vocabulario, ese amasijo de vocales y consonantes que se entretejen una y otra vez para que podamos coincidir en que esa fruta se llama manzana, o que eso que tenemos al frente es una persona. También tenemos imágenes que le ponen cara y ojos al Universo, e incluso hasta movimientos… A medida que sabemos que aquello es una pera, o que esto redondo y de colores es una pelota, vamos descartando el nombrar lo simple.

Comenzamos a ver, oír y sentir cosas a las que nos cuesta ponerle nombre. ¿Estalactita o estalagmita? ¿Es esto amor o cariño? ¿Es nostalgia o tristeza? ¿Son realmente diferentes?

 


 

Mientras los demás hablaban, yo seguía pensando en aquellas cosas que no soy capaz de nombrar todavía, como “el hábito de morderme el labio inferior para evitar llorar en un momento”, “el pesar de ver a alguien montarse en un tren en dirección opuesta a la tuya”, “el desinterés por lo que alguien pueda pensar cuando me ha visto llorando”, “la certeza de ya haber vivido el mejor momento con alguien” o “el gesto inesperado que significa te quiero”.

Con un poco de reduccionismo, síntesis y analogía, puedo llegar a decir que el nombre de cualquiera de esas cosas es algo ya conocido, pero en el proceso se pierden los detalles que las distinguen.

Cuando designamos, tenemos esa sensación de ¡Eureka! que nos dice que el nudo que tenemos en la garganta por fin tiene un extremo por donde tirarlo. El malestar está en la espera de que eso suceda, en el y mientras tanto, ¿Qué?


Photo by: Yasmin Littler ©

Hey you,
¿nos brindas un café?