Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
teposteco
Photo by: nik gaffney ©

¿Por qué las respuestas que nos damos son tan ambiguas?

Me gusta el concepto que tiene la escritora Siri Hustvedt sobre escribir literatura que se conecte con las enfermedades mentales que padecen millones de personas en el mundo.

Esto sin interpretar estos padecimientos como «enfermedades que llevan a cometer homicidios». Me gusta más el concepto de que estas enfermedades muestran lo frágil que es la mente humana y cualquiera de sus productos, como las ideas.

¿Alguien más ha sentido eso? ¿Algo dentro de la cabeza que antes era muy concreto y ahora ya no? ¿Que una idea se derrite dentro del aleteo de pensamientos cotidianos?

Encuentro una correlación conductual entre las ideas que flotan en el pensamiento y su deformación posterior a conceptos más difusos, mucho más erráticos. Porque no todas las ideas se transforman mediante un amplio proceso de la lógica dialéctica. Algunas se parecen más al polvo de metal que cambia su posición ante el magnetismo.

Tenemos que admitir que detrás de este fenómeno hay un bombardeo emocional que termina por volver un concepto más débil ante la realidad objetiva. El resultado es que nuestro pensamiento no esté bien adaptado a los tiempos que vivimos.

Entonces, el abandono de una postura no necesariamente se da después de un proceso de meditación; puede haber un volantazo hacia la autodestrucción que la persona no pidió, pero que sostiene hasta el final sobre los brazos del albedrío.

Y es que en mi cabeza se repite constantemente la duda sobre grandes mentes de la humanidad siendo empáticas con el nazismo, los Gulag y el Genocidio de Ruanda. ¿Podemos darnos cuenta cuando la reflexión nos lleva al camino del odio y la muerte?

¿Cuándo sabemos que la revolución es correcta y una legítima búsqueda de la identidad y no el camino hacia la guerra estéril? Vida mía, ¿por qué tanta ambigüedad?

Precisamente en Ruanda, en 1994, se ejemplifica cómo una sociedad decide perder la cabeza y dedicarse a las masacres más sanguinarias, a la violación, a la destrucción del otro. Una sociedad controlada por fuerzas de dominación que modificaron la idea de convivencia y la convirtieron en una casa en llamas.

Ahora, pensando un poco en las posturas que debo tener ante tantos temas, me pregunto qué debo hacer para mantener las más lógicas en su lugar. Defender lo justo es claro, defender lo querido es claro. Parece fácil, ¿no?

Pero me nace la angustia del no saber en qué pasillo nos vamos a perder, ¿a la derecha, a la izquierda? Al final, la vida volverá a ser imprecisa, y nuestras ideas se desharán como partículas de polvo en el viento.


Photo by: nik gaffney ©

Hey you,
¿nos brindas un café?